No obstante, tanto en el equipo de un profesional de la fotografía, como en el de un aficionado con ciertas miras, no pueden faltar nunca los siguientes complementos:
– Una batería de repuesto, como mínimo, es fundamental para afrontar jornadas de duración media o larga haciendo fotografías.
– Una tarjeta de memoria con suficiente capacidad (hoy en día se pueden encontrar tarjetas de 4 GB a precios muy razonables), y con una tecnología avanzada, capaz de soportar disparos en ráfaga, incluso en RAW, con la mayor velocidad de almacenamiento posible.
– Una funda, bolsa o mochila en la que quepan todos y cada uno de los componentes que estemos dispuestos a comprar.
– Un trípode que nos permita realizar fotos de estudio, fotos nocturnas, fotos en la naturaleza con zoom o fotos con el disparador automático.
– Un cable o un mando de infrarrojos para efectuar disparos automáticos a distancia. Esto es fundamental para los casos a los que me acabo de referir.
– Quienes utilicen cámaras réflex, además, necesitarán un buen juego de objetivos. Lo básico, en mi opinión, es un angular con un valor mínimo de 18 mm como máximo, y un teleobjetivo de al menos 200 mm. Y en cada uno de ellos, recomiendo también un filtro UV y un polarizador.
– Y por último, un flash complementario al de la propia cámara.
Si bien esto es lo que, a mi juicio, resulta elemental, la realidad es que, como ya os he dicho, las necesidades de cada fotógrafo requieren en cada caso un tipo de complementos específico.