La reciente subasta de la fotografía más cara de la historia y la invención de un algoritmo por parte de Xerox que permite diferenciar una buena foto de una mala nos obliga a tomar cartas en el asunto y a que nos planteemos con todo el rigor del que somos capaces qué es lo que hace que una mera foto se convierta en una fotografía genial.
Obviamente, no pretendemos sentar cátedra en el asunto ni pasarnos de listos, pero dada la repercusión que han tenido estas dos noticias en la blogosfera, consideramos oportuno aportar nuestro granito de arena.
- La técnica
Cuanto más estudio fotografía más cuenta me doy de la ingente cantidad de buenos fotógrafos que hay. No hablo de genios ni nada similar: sencillamente de buenos profesionales o aficionados que saben utilizar a la perfección una cámara de fotos.
Este fenómeno está sin duda vinculado a la popularización de la fotografía: hace algunos años el fotógrafo era un artista o un profesional que vivía de forma prácticamente aislada su pasión o su oficio. Se rodeaba de colaboradores y colegas que conocía en talleres o en el trabajo y poco más.
Ahora, sin embargo, con la irrupción de las cámaras réflex (que eliminan el laborioso proceso de revelado químico), las micro cuatro tercios e incluso los móviles hipervitaminados, casi todo el mundo es capaz de hacer una buena foto; mientras que Flickr populariza los grupos de fotógrafos y el empleo de unas técnicas concretas.
En la última boda a la que fui (y espero que sea efectivamente la última) había casi más personas con réflex que asistentes. En los conciertos en los que trabajo sucede igual: ya no se alzan los mecheros para generar un ambiente; se alzan cámaras compactas, réflex y teléfonos.
La democratización de la fotografía es uno de los grandes fenómenos sociales y artísticos de lo que llevamos de siglo, y ha conducido a confundir una fotografía técnicamente correcta con una gran foto.
En esta misma página habéis podido acceder a las nociones esenciales para manejar adecuadamente las técnicas fotográficas. Con un poco de práctica y un poco de ojo, tampoco es tan complicado: regla de los tercios, distancia focal y cinco o seis nociones más que bastan para que uno se crea Cartier-Bresson.
Pero del manejo de la técnica a hacer un fotón hay un mundo. Por supuesto es necesario saber cómo funciona una cámara y cuáles son las reglas esenciales que determinan la calidad de una imagen; pero no se trata sólo de eso. Recordemos el trabajo de Francesca Woodman, Diane Arbus o el mismísimo Garry Winogrand. ¿Dónde están los tercios? ¿Y el horizonte bien recto? ¿Qué es lo que hace que esas fotografías estén muy por encima de cualquier imagen correctamente captada?
- El canon
Desde que aprendimos a juntar tres piedras hace unos quince milenios (ayer, en realidad), toda actividad artística viene determinada por un canon estético. Cada periodo de la historia (y la prehistoria) consagra una forma de comprender la belleza o la efectividad expresiva, definiendo un modo de utilizar la perspectiva, las temáticas o los colores.
Como decía Borges: no es que los egipcios (por ejemplo) no supiesen emplear las tres dimensiones en sus pinturas, es que su forma de entender el arte les impedía comprender su utilidad. No necesitaban una dimensión más para representar a sus dioses. Así, no se trata de que su pintura sea mejor o peor que la del Renacimiento, sólo es una forma distinta de comprender el arte y su función.
De esta forma, cada época establece un canon que dice cómo debe ser la escultura, la literatura o, finalmente, la fotografía.
Como ya vimos en el análisis de su origen (del de la fotografía), al principio sólo se valoraba una foto en la medida en que era capaz de imitar la pintura o la realidad. Posteriormente, con la irrupción de las vanguardias, el valor de ésta se volvió absolutamente autónomo. Y entonces se lió la de Dios.
- La rebelión de las masas
Antes de la irrupción de la clase media allá a finales del siglo XIX, los críticos y los especialistas eran los que dictaminaban el valor de una obra en función del canon estético reinante. La figura del crítico era muy valorada y se hallaba presente en todas las sociedades desarrolladas.
Es más, en el nacimiento de la nación alemana (otra vez por ejemplo), los críticos y estudiosos de la literatura y las artes plásticas determinaron en gran medida la naturaleza de la nueva nación. La interpretación de la famosa escultura del Laocoonte enfrentó a conservadores y románticos a propósito del papel que debían jugar la pasión y el sentimiento en la constitución de un nuevo carácter estético y político.
Volviendo a la fotografía: con el desarrollo de la clase media, todos los individuos pudieron al fin acercarse al mundo del arte y opinar, relativizando en gran medida la importancia del diagnóstico de los críticos.
Así, se puede decir que a partir del nacimiento de los mass media (televisión, radio, internet…), el reconocimiento de la genialidad ya no es patrimonio de los críticos, sino de los espectadores.
¿Qué es genial en nuestro tiempo? Lo que la gente considera que lo es. No existe otro argumento. Un fotón no es lo que dice la casa de subastas Sothersby o Christie’s, ni tampoco lo que dicen los críticos y los historiadores del arte, sino lo que dice el público.
- ¿Qué es entonces una foto genial?
Muy sencillo: no es ni una foto correcta ni una foto cara, sino una foto que despierta algo dentro del espectador, que logra arrancar algo de él. Y para hacerlo puede haber empleado un horizonte torcido, puede haber fusilado todas las reglas fotográficas y puede ser incluso fea.
Desde Francis Bacon ya no se trata de expresar belleza (las fotos wallpaper, por ejemplo), sino de expresar, a secas, con unos recursos muy concretos. Expresar horror, desamparo, intimidad, el paso del tiempo o humanidad.
Para desgracia de los responsables de Xerox, una gran foto no se puede calcular y no sigue ninguna norma ni guarda ninguna relación con otras imágenes. Es, en sí misma, un universo cerrado que guarda una historia dentro, es un relato coherente de la propia manera de comprender el mundo. Y eso, por supuesto, ni se enseña ni viene en ningún libro.
[…] cuando nos planteaos hace poco qué hace que una fotografía sea una obra de arte o cómo es posible que una foto mediocre alcance un precio de venta absolutamente desorbitado? Pues […]