La relación entre la pintura y la fotografía siempre se ha hallado presente a lo largo de la historia. A pesar de que autores como Man Ray supieron presentar el arte fotográfico como un universo independiente, los influjos mutuos se han seguido produciendo hasta la actualidad.
Un claro ejemplo de esta relación se encuentra en la obra del fotógrafo estadounidense Minor White, quien, después de estudiar arte, quedó impresionado por la obra minimalista de determinados pintores abstractos.
Además de especializarse en el estudio de las artes plásticas, el creador de la prestigiosa revista de fotografía “Aperture” también estudió botánica, lo intentó con la poesía y finalmente con la fotografía mientras se ganaba la vida como vigilante nocturno.
Después de trasladarse a Nueva York en 1945 entró en contacto con otros autores vanguardistas y comenzó a trabajar como ayudante del célebre fotógrafo de paisajes Ansel Adams, comenzando a desarrollar una técnica propia y singular.
Minor White considera la fotografía como la mezcla de una superficie aparente y una profundidad eidética. Cuando capta paisajes y detalles de la costa del Océano Pacífico no sólo representa montañas, árboles y mareas, ante todo está captando texturas y formas geométricas.
La fotografía de White supone una indagación estética en la naturaleza de la perspectiva, el encuadre y la iluminación. Así, entiende el acto de echar una foto como un acto en el que lo accidental puede llegar a tomar un protagonismo absoluto.
A todos nos ha pasado alguna vez mientras observamos un paisaje monótono a través del cristal de un tren o un coche. De repente hemos asistido a una curiosa conjunción de líneas o formas geométricas que han estallado ante nuestra mirada dando lugar a una composición llena de sentido.
Ése es el sello de Minor White. Encontrar la geometría en lo natural, reconocer sobre un prado armonías, ritmos y texturas que van mucho más allá de lo meramente aparente, que parecen apuntar a un orden geométrico superior y eterno.
Esta forma tan platónica y abstracta de entender el paisaje ha sido crucial en la historia de la fotografía, y se puede encontrar su huella incluso en los paisajistas que parecen más instintivos y aventureros.
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