Después de tanto fotoperiodista y artista de estudio, esta semana nos vamos a centrar en una de las grandes figuras de la fotografía conceptual y artística: el húngaro-rumano Gyula Halász, más conocido como Brassaï.
Hijo de un profesor de literatura, el fotógrafo parisiense (de adopción) se interesó desde muy joven por el arte, hasta que la Primera Guerra Mundial lo llevó a abandonar cualquier prurito estético hasta bien entrados los años los años veinte.
En 1924 se trasladó a vivir a París, donde aprendió francés a través de la obra de Marcel Proust (ya son ganas…) y donde comenzó a trabajar como periodista. A partir de los años veinte (o incluso antes), la capital francesa se había convertido en el centro intelectual y artístico del mundo, gracias a la coincidencia en un mismo entorno de figuras del tamaño de Picasso, Henry Miller, Dalí, Sartre, Camus, Boris Vian, Matisse, Henri Michaux o Giacometti.
Como no podía ser de otra manera, Brassaï entabló amistad con los grandes artistas de la época y comenzó a interesarse por el Surrealismo y por la ciudad de París, que concebía como un entorno nocturno lleno de símbolos y guiños de una realidad irracional.
Su trabajo como periodista lo llevó a acercarse poco a poco por la fotografía, que terminó desarrollando y aprendiendo de manera absolutamente autodidacta, lo que no deja de ser llamativo cuando se observa la impecable técnica de la que hace gala.
Además de realizar retratos a las figuras más importantes de la cultura francesa (y mundial), el trabajo de Brasaï se centró casi de manera exclusiva en la nocturnidad parisina y en la búsqueda de rincones y calles que sugieren relaciones y significados inesperados.
Brasaï es una especie de linterna inspirada que a través de su cámara rastrea los significados de la noche, como un Paul Delvaux. Descubre la relevancia de los graffitis y posee la extraña habilidad de saber mezclarse con los bares nocturnos sin llegar a perder nunca su genial identidad.
Todo es destacable en el estilo gráfico del “fotógrafo de la noche”. Estudioso de las Bellas Artes, sabe encontrar formas geométricas en el cruce de calles y plazas; habituado a las luces tenues, juega con la apertura y la sensibilidad de la película para rescatar detalles de la oscuridad. Amante del Surrealismo, descubre símbolos inconscientes en cada esquina de París.
Creador convulso, Brasaï escribió además diecisiete libros y muchísimos artículos, que sirven, junto con su obra fotográfica, para comprender mejor ese inmenso crisol artístico que fue París desde los años veinte hasta los setenta.
Curiosamente, el gran fotógrafo de origen húngaro murió en 1984, justamente el año en el que también murieron en París dos de los más grandes artistas de todos los tiempos: Julio Cortázar y Henri Michaux.
[…] Zena entiende el medio submarino como una especie de inmenso estudio sin límites en el que puede dar rienda suelta a todas sus obsesiones y sueños, creando escenas preciosistas que recuerdan al Surrealismo. […]