Como hasta ahora la historia ha sido escrita mayormente por hombres, son pocas las veces que tenemos la oportunidad de acercarnos a figuras de la altura de Imogen Cunningham, tan necesaria en la historia de la fotografía como Man Ray, Cartier-Bresson o Helmut Newton. Y que conste que con esta entrada no practico ninguna suerte de ejercicio feminista. No es necesario en absoluto. Sólo hay que escarbar con curiosidad bajo las ruinas que componen la narración interesada de la historia para ir descubriendo figuras femeninas absolutamente determinantes sin parar mientes en corrientes sociales o políticas.
Nació en 1883 en Portland y estudió química. Sin embargo, un encuentro fortuito con los fotógrafos pictoralistas de principios del siglo XX la llevaron a interesarse por la fotografía. Así, abandonó el taller de Edward S. Curtis para investigar en Dresde la química fotográfica.
Aunque su labor como fotógrafa se vio interrumpida durante algunos años por obligaciones de orden matriarcal, a lo largo del siglo XX se convirtió en una de las más respetadas y valoradas artistas de la historia de la imagen.
Imogen (que firmaba I-MO-GEN) empezó creando un estudio fotográfico que la dio a conocer en los ambientes artísticos más progresistas de principios del siglo pasado. Posteriormente empezó a trabajar para revistas como Vanity Fair, y, finalmente, formó junto a otros grandes del siglo XX el afamado Grupo F/64, que apostaba por un lenguaje fotográfico limpio y preciso.
Como buena fotógrafa pictoralista, Cunningham se interesó a lo largo de toda su intensa y exhaustiva carrera por el desnudo y la fotografía de plantas. Cuando realizó sus primeros trabajos tuvo que burlar en más de una ocasión la censura procedente de la Norteamérica más puritana, llegando a guardar incluso negativos que no rescató hasta que cumplió los ochenta años.
Sus fotografías se basan mayormente en la exploración del cuerpo humano como si se tratase de un edificio o un paisaje compuesto de regiones, formas geométricas y texturas. No en vano, también fue una gran fotógrafa de arquitectura.
Sus desnudos son absolutamente armónicos, y fueron responsables en gran medida de que la fotografía en tanto que disciplina dejase de entenderse como una mera técnica de representación gráfica para ingresar, poco a poco, en el ámbito artístico.
Imogen fue además una gran retratista, y por su objetivo pasaron figuras del cine y artistas como el mismísimo Man Ray. Por otra parte, se la puede considerar como la inventora de las “fotografías robadas”, o, al menos, de su concepto, ya que empleó dicho título para publicar una serie de fotos con las que describía el bullicio de Manhattan y su gente.
Objeto de infinidad de exposiciones y homenajes, en 1967 fue elegida miembro de la American Academy of Arts and Sciences.
Falleció en San Francisco en 1976 a la edad de noventa y tres años.