Bien, pues mirar con detenimiento la obra de Ernst Haas puede ayudar mucho en este sentido, ya que es, casi con toda seguridad, el artista que mejor ha sabido emplear el movimiento en la historia de la fotografía.
Nació en Viena en 1921, y tras estudiar medicina y arte decidió dedicarse al fotoperiodismo. Se hizo famoso por una serie de instantáneas en la que recogía el retorno de los prisioneros de la Segunda Guerra Mundial a su patria, y Capa, que era muy listo, se lo llevó a Nueva York y a la agencia Magnum.
Sin embargo, a principios de los años 50 tropezó con los carretes de color, y su estilo y su manera de comprender la fotografía dieron un giro de 360 grados.
Haas empezó a experimentar con el movimiento, las texturas y los colores mediante dos técnicas que debemos tener muy presentes: bien empleando una velocidad de obturación muy lenta; bien moviendo él mismo la cámara para conseguir estelas y perfiles equívocos.
Parecen técnicas bastante sencillas, pero hay muy pocos autores capaces de sacarle el partido que Haas les sacaba. Su reportaje sobre las corridas de toros en España “Beauty in a Brutal Art” son un perfecto ejemplo de su genio para pintar (literalmente) con la velocidad de obturación y una película Kodachrome, situándose sobre la delgada línea que separa lo abstracto de lo figurativo.
Esta revelación hizo que abandonase pronto la agencia Magnum y que se convirtiese en un autor independiente, desarrollando toda una filosofía de la imagen según la cual la fotografía dejaba de ser mera representación de lo real para convertirse en una transformación autónoma de ella.
A partir de los años sesenta se dedicó a dar conferencias y a afinar su estilo, que le valió premios tales como el de la Fundación Hasselblad.
Murió en Nueva York en 1986.