Dos de las cosas que más rabia me dan del fenómeno de la globalidad son, por una parte, la uniformidad mental, monetaria, cultural y artística que pretende imponer (por motivos evidentemente económicos); y, por otra, la manera en la que obvia cualquier realidad que no esté atada a la inmediatez o los mass media, haciendo el mundo cada vez más homogéneo, aburrido y pequeño.
Un ejemplo de esta globalidad, referida ya a la fotografía, es lo que podemos observar todos los días en Flickr: procesados similares, temáticas idénticas o perspectivas calcadas que eliminan lo autóctono y lo personal.
Pero no todo está perdido, y parece que aún hay fotógrafos de veras que luchan por conservar lo propiamente distintivo de su cultura, de su manera de mirar a través de un visor y de entender el arte.
La exposición “¡Señoras y señores!”, organizada por el Moderna Museet de la ciudad sueca de Malmö, indaga justamente en las diferencias estilísticas o temáticas existentes entre los fotógrafos occidentales y los fotógrafos africanos, arrojando unas conclusiones de lo más interesantes.
A partir de la muestra de cincuenta fotografías firmadas por autores occidentales como Andy Warhol o Cindy Sherman, y por autores africanos como Seydou Keïta o Samuel Fosso, se deduce con facilidad que existen claras diferencias entre la forma de comprender la fotografía en África y en Occidente.
Robert Mapplethorpe o Warhol juegan continuamente con el artificio, con el atrezo, los procesados o los extremos, tratando de subrayar un concepto de manera forzada.
Por el contrario, los artistas africanos, aun reivindicando ideas y actitudes, rechazan las complicaciones estéticas y apuestan por el naturalismo, por la fuerza de la realidad desnuda.
Esta tendencia se puede observar en muchos autores clásicos: Sebastiao Salgado, por ejemplo, que procedía de un país económicamente deprimido y muy cercano a la naturaleza, prescindía de adornos y excesos; mientras que la mayoría de los clásicos europeos de su época, como Eggleston (obviamos, por supuesto, a los fotoperiodistas), jugaban con registros más artificiales.
Desde luego, la exposición celebrada en Suecia no puede ser más atractiva, aunque, ya de paso, yo también habría analizado la influencia de la sociedad globalizada en la conservación de la identidad fotográfica de cada región.