Me ha costado lo mío encontrar una fotografía de Nobuyoshi Araki que sea publicable en un medio no sensacionalista como éste, pero al fin y al cabo, este gesto es ya una forma de introducir a uno de los fotógrafos más controvertidos de la fotografía moderna.
Araki nació en Tokio en 1940 y es un provocador nato. Estudió fotografía en la Universidad de Chiba y a finales de los años 60 se curtió como fotógrafo trabajando para distintas agencias publicitarias niponas, destacando su labor para Dentsu.
A lo largo de los años 70 su fotografía se fue volviendo cada vez más íntima y marginal debido a su matrimonio con Yoko, que se convirtió en el leit motiv de su obra no comercial.
En los años 80 era ya una celebridad dentro de Japón, tanto por su talento para hacer fotos como por su manera de escribir. Así, terminó mezclando la fotografía con las anotaciones a pie de foto, generando un género que posteriormente han imitado muchos artistas occidentales.
Nobuyoshi Araki se halla presente en todas y cada una de sus instantáneas. Jamás establece una distancia entre el fotógrafo y la foto. Se involucra, se expone, se exhibe y termina siendo parte esencial de la composición o la narración visual.
En 1990 muere su esposa y se lanza a destruir los tabúes de su propia cultura. Araki no insinúa, no juega con la sexualidad; sencillamente muestra lo más evidente sin filtros ni censuras. Lo explícito, lo puramente pornográfico, se transforma en el hilo argumental de su fotografía.
Investiga perversiones, fugas conductuales de orden sexual y se involucra en todas y cada una de las escenas remarcando su libertad creativa y moral. Se disfraza de demonio, se disfraza de cura, sonríe con ironía y termina conquistando a los críticos occidentales más concienzudos.
¿Exhibicionismo? ¿Petulancia? A saber. Lo mejor que se puede hacer ante su trabajo es enfrentarse a solas a él y que cada uno saque sus propias conclusiones.