Septiembre suele ser el mes elegido por los fabricantes para presentar sus nuevas cámaras digitales, de tal modo que se puede entender la llegada del otoño como la etapa reina dentro de esa carrera por los megapíxeles y las innovaciones. Mientras los sensores y sus tamaños parecen haberse estancado en unos formatos invariables, Canon o Nikon juegan con las leyes de la física para acumular más y más píxeles por milímetro cuadrado (lo que se traduce en más ruido o en nuevos motores para manejar la información sensible).
Es entonces cuando muchos fotógrafos se plantean (aunque sea durante medio milisegundo) la posibilidad de volver a lo analógico, posibilidad que se desvanece de inmediato al ponerse a calcular los costes que implican revelar en casa o comprarse seis carretes a la semana.
Las cámaras lomográficas son una buena solución a este respecto. Permiten olvidarse por un rato de las “virtudes” que ofrece el mundo digital sin necesidad de hipotecarse de por vida. No sustituirán tu cámara digital ni te ofrecerán resultados profesionales, pero plantean una filosofía distinta que invita a olvidarse por un rato de los sensores CMOS para jugar con el azar.
La cámara lomográfica Holga es una cámara de juguete. Está hecha de plástico y se creó en China en 1981 para poner al alcance de los ciudadanos de la república una cámara barata. Utiliza una película de 120 mm y una lente de 60 mm hecha también de plástico.
Muchos se preguntarán (y con razón) dónde está la gracia de la cámara. Es sencillo. Lo que sucede es que para comprender sus virtudes hay que dejar de pensar en términos de alta tecnología: el enfoque siempre es aproximado, nunca preciso; la lente de plástico ofrece imágenes distorsionadas, llenas de aberraciones de todo tipo (cromáticas, geométricas, existenciales…); y el mismo cuerpo de la Holga permite que la luz se cuele por las rendijas de su débil estructura.
Si a todo esto sumamos el hecho de que la cámara permite realizar hasta tres exposiciones sobre la misma película (superpuestas), lo que tenemos entre las manos es una máquina de generar realidades aberrantes, absolutamente infieles a la realidad, pero a la vez divertidas y muy personales.
No en vano, en el año 2000 la Holga fue aceptada como cámara lomo por la Sociedad Lomográfica, que promueve toda una forma de comprender la fotografía a partir de la espontaneidad.
Así que ya sabéis, antes de poneros a utilizar acciones de Photoshop que imitan el resultado de la Holga (imágenes saturadas, cruzadas, con viñeteados marcados y ligeramente desenfocadas) o de abusar de Instagram (que no hace sino copiar la lomografía), haceos con una de estas sorprendentes cámaras. Por menos de cien euros podréis experimentar con el plástico y el azar.
[…] tareas muy usuales en el programa de edición de imágenes por excelencia. Por ejemplo: crear un viñeteado, virar una imagen a blanco y negro o realizar un cruzado. Con ellas, en lugar de tener que repetir […]