Si hay algo que, como aficionados a la fotografía, le debemos al artista estadounidense Man Ray, es el que ésta empezase a ser considerada como una forma de arte equiparable a la pintura o a la música. Así, consiguió que una foto dejase de ser entendida como una mera herramienta documental para pasar a ser comprendida como la expresión artística de ideas y subjetividades. De este modo, el espacio fotográfico, al igual que le había sucedido antes al pictórico, se volvió autónomo, empezó a sostenerse por sí mismo sin necesidad de hacer referencia a ninguna realidad, ley u orden externos a él.
La biografía de Man Ray es tan apasionante como su obra, pero tampoco creo que éste sea el lugar adecuado para contar todos los pormenores de una aventura existencial inagotable. Baste decir que siempre rechazó la formación académica, que creó el dadaísmo neoyorkino y que pasó gran parte de su vida en Europa estimulando a los autores surrealistas.
Fue pintor, cantante, diseñador, director de cine y coreógrafo, y sólo decidió volver a la fotografía cuando asumió que no podía vivir de sus obras difíciles y revolucionarias.
Entre sus aportaciones a la fotografía cabe destacar los “rayographs”, fotografías hechas sin cámara fotográfica a través de un método tan intrincado como sugestivo: imágenes obtenidas a través de objetos dispuestos sobre papel fotosensible que luego revelaba a la vieja usanza (lo que hoy en día se hace cuando uno planta alguna parte de su cuerpo sobre una fotocopiadora en la oficina… sólo que en los años veinte del siglo pasado).
Sin embargo, Man Ray era, sobre todo, un magnífico retratista y “bodegonista” de corte conceptual. Al igual que Magritte con la pintura, el artista norteamericano generaba un mundo propio inventando objetos o haciendo montajes con sus fascinantes retratos de mujeres fatales. Utilizaba la fotografía para narrar un mundo subvertido en el que las analogías y las metáforas rompían el orden consuetudinario de lo real.
Por otra parte, durante un periodo de su vida se aficionó a la solarización, técnica que consiste en revelar las fotos a lo bestia, exponiendo los negativos directamente a la luz solar y apostando por el azar.
La inventiva de Man Ray ha supuesto un antes y un después en la historia de la fotografía, por lo que ha sido y sigue siendo el máximo exponente de la fotografía comprendida como indagación existencial y estética. Al norteamericano reconvertido en francés nunca le bastó lo dado, lo frecuente, lo habitual, y tiró de su genio para transformar no sólo la forma de hacer retratos o bodegones, sino también las técnicas de revelado analógico (no en vano, muchas de ellas se emplean actualmente en el revelado digital).
Objeto de un infinito número de estudios, homenajes y exposiciones, Man Ray es a la fotografía conceptual lo que Henri Cartier-Bresson a la fotografía del instante, y con su delirante y genial obra viene a incomodar a los fotógrafos de lo evidente con un cuestionamiento constante de lo que se considera arte y realidad.
edward olive says
Un fotógrafo fabuloso
Un saludo
Edward Olive