Estamos de enhorabuena. La familia de la grandísima fotógrafa maldita Francesca Woodman, habitualmente remisa a ofrecer ninguna clase de información acerca de la obra inédita de su célebre y difunta hija, ha cedido al Museo de Arte Moderno de San Francisco una serie de fotografías jamás publicadas de la artista norteamericana.
La exposición, que nuevamente nos coge muy cerca, recoge 160 fotografías de Francesca Woodman, haciendo un exhaustivo repaso a su breve vida partiendo de sus primeros trabajos con sólo trece años hasta llegar a sus últimas obras, marcadas por la depresión y la obsesión con la realidad y la identidad.
Así, al fin tendremos acceso (al menos a través de Internet) a las tomas que realizó para intentar ganarse la vida como fotógrafa de moda o a sus primeros experimentos con la fotografía de color.
La vida y la obra de Francesca Woodman la convirtieron en un apetitoso icono para los cazadores de artistas malditos, que vieron en la joven genio todos los atributos necesarios para ingresar en la sospechosa y discutible categoría.
Comenzó a hacer fotos con trece años, estudió en la Escuela de Diseño de Rhode Island y abandonó con rapidez los lugares comunes que engrosan la formación académica para crear su propio universo mágico, muy cercano al surrealismo y marcado por el autorretrato, los desnudos y los edificios en ruinas (muy al estilo Paul Delvaux).
En 1981, tras un año en tratamiento psiquiátrico por sus dificultades para adaptarse el mundo consuetudinario y un desengaño amoroso, se suicidó con sólo veintidós años lanzándose desde una ventana.
En apenas treinta años Woodman se ha convertido en una de las fotógrafas de culto más importantes del mundo, y su estilo inquieto, violento y simbolista ha terminado creando escuela.