Aunque al final no ha resultado ser un evento que nos ataña directamente, después de dar tanto la tabarra me veo moralmente obligado a comentar a sotto voce en qué consistió finalmente esa gran novedad que Canon nos tenía preparada para el ya pasado 3 de noviembre.
¿Una sin espejo capaz de merendarse todo el mercado? ¿Una nueva 7D con sensor Full Frame? ¿La rebaja de todos sus productos en un cincuenta por ciento? Pues no. Lo que Canon presentó son dos cámaras de cine, la C300 y la C300 PL, que prometen revolucionar (como todas) el mundo de la imagen.
Por unos 20.000 dólares podremos hacernos con la primera videocámara con montura EOS EF; esto es: con montura para poner diversos objetivos compatibles con toda la gama EOS de características similares. El sensor es un CMOS de 8,3 megapíxeles, y sus dimensiones son ligeramente inferiores a los 35 milímetros. Eso sí, lo han llamado Super 35mm.
Lo único que nos puede interesar como fotógrafos de este lanzamiento es la presentación de siete nuevos objetivos que también son válidos para nuestras cámaras réflex. Siete ópticas maravillosas, llenas de infinitas palas, sin aberraciones de ninguna clase y una nitidez alucinante en todos y cada uno de sus márgenes.
¿El problema? Pues que el precio de cada uno de estos objetivos supera el tamaño del bolsillo del común de los mortales. Las focales fijas arrancan en los 6000 dólares; mientras que las que vienen provistas con zoom parten de los 47000. Buenos precios (para la compañía nipona, quiero decir).
En realidad era algo que se veía venir desde el momento en que Canon anunció que la presentación tendría lugar en Hollywood, aunque considerando la velocidad a la que se está moviendo el mercado de las cámaras digitales algunos aún creíamos en la posibilidad de que anunciasen algo más jugoso (para los fotógrafos).