Aunque estudió arquitectura y trabajó durante mucho tiempo como dibujante y diseñador, Irving Penn será siempre recordado como uno de los más grandes fotógrafos de estudio que ha existido jamás. Así, no sólo fue un revolucionario del retrato de moda, además supo hacer de ésta una forma de expresión autónoma y artística.
Mientras otros artistas, cansados del glamour de las modelos, optaron con el paso de los años por dedicarse a una fotografía más íntima, Penn siempre fue capaz de utilizar sus encargos para desarrollar sus auténticas inquietudes, para aunar trabajo y arte.
La mayor parte de su trabajo ha sido publicado en la revista Vogue, aunque también trabajó para muchas otras publicaciones repartidas por todo el mundo.
Al igual que Richard Avedon, los retratos de Penn se caracterizan por el empleo casi invariable de un segundo plano neutro sobre el que hace destacar a sus personajes. Con él, consigue sustraer al sujeto de las circunstancias para representarlo como una forma de existencia absoluta, en la que la ropa o la expresión adquieren todo el protagonismo.
Como no podía ser de otra manera, el norteamericano era un auténtico maestro realizando esquemas de iluminación. Escapaba de la luz natural como un vampiro, y experimentaba continuamente con luces para resaltar determinados aspectos de sus modelos y sus bodegones, que eran brillantes e inteligentes.
En ocasiones, Penn retrataba a personajes completamente ajenos al mundo de la moda como si se tratase de auténticos modelos de estudio, jugando con el lenguaje de la moda y su significado.
Su obra ha sido objeto de cientos de exposiciones, retrospectivas y estudios, recibiendo, entre otros premios, el Hasselblad o el Premio de Cultura de la Asociación Alemana de Fotografía.
Murió en Manhattan a los noventa y dos años.
[…] la independencia y la sexualidad en los niños y en los adolescentes, recreando con sus preciosos retratos un mundo lleno de incógnitas que se abre ante el espectador despertando recuerdos […]