Nikon no para. Después de presentar su flamante D3200, la marca nipona no podía sino ofrecer una alternativa al pisapapeles más básico que viene de serie con el cuerpo.
El Nikkor AF-S 28 mm F/1,8 G es una focal fija que garantiza unos resultados óptimos en condiciones de luminosidad complejas. Su apertura máxima (número f más reducido) permite no sólo disparar con poca luz, sobre todo posibilita utilizar aperturas mínimas (para captar mayor profundidad de campo) sin que haya que forzar la velocidad de obturación o la velocidad ISO.
Como la propia página de Nikon Europa señala, se trata de un objetivo ideal para realizar fotografías de paisajes, entornos urbanos o interiores, ya que sus 28mm amplían considerablemente la perspectiva.
Aunque ojo: si se monta sobre una cámara de formato no completo, los 28mm se convierten en 42, con lo que el objetivo pierde gran parte de su atractivo, ya que se reduce drásticamente su perspectiva.
La nueva lente de Nikon ofrece además un precioso bokeh, así como un diafragma rápido y silencioso, y está compuesta por dos elementos aesféricos que minimizan las distorsiones geométricas (tan habituales en las lentes angulares).
Por supuesto, posee enfoque manual y automático, y está revestida por una montura metálica que la protege de las inclemencias climáticas más singulares.
Pero a pesar de que, desde un punto de vista puramente fotográfico, se trata de un objetivo muy recomendable por su versatilidad (su apertura va desde el bokeh más preciosista hasta la profundidad de campo más precisa), creo que Nikon pretende, sobre todo, llamar la atención de los que buscan en las cámaras réflex una alternativa para grabar películas en alta resolución.
Este tipo de focales son las más adecuadas para realizar planos fijos aprovechando la luz natural, y además permiten grabar escenas en espacios reducidos sin tener que recurrir a esquemas lumínicos demasiado laboriosos.
En definitiva, un objetivo muy recomendable por un precio que no puede ser más atractivo: unos 700 dólares.