Si no te dedicas a la fotografía profesionalmente, es más que probable que en más de una ocasión te hayas pasado un buen periodo sin coger la cámara, abominando de tus trabajos pretéritos y maldiciendo el momento en el que te dio por invertir todo ese dinero en un equipo al que no le sacas todo el provecho que deberías.
Pero no te preocupes. Tu problema es sencillo, y sólo tiene dos vertientes posibles. Uno: te has cansado de la fotografía y no te interesa ya lo más mínimo. O dos: pasas por una crisis creativa.
Si tu caso se corresponde con la primera vertiente, no pasa nada. No hay nada más que añadir. Vende tus bártulos, sácales unos buenos euros y te vas de vacaciones (sin cámara, con el móvil te basta) a las Islas Galápagos. Pero si tu caso se corresponde con la segunda vertiente, aquí van unos consejillos para que escapes de la angustia ante el obturador impreciso.
Asume el tamaño de tu talento
Una de las razones por la que muchos aficionados a la fotografía no terminan de sentirse a gusto con lo que hacen es porque no quieren ser conscientes de su verdadera valía. Se imaginan progresando sin fin hasta alcanzar un grado exagerado de perfección gracias a la práctica y el estudio de la técnica fotográfica.
Craso error. Es muy bonito aprender a echar fotos, pero ningún taller, experiencia, libro o hecho mágico van a convertirte en un genio. El ojo se educa, es cierto; pero los hay que nacemos miopes y jamás llegaremos al nivel de un Cartier-Bresson.
Por supuesto, hay que ser exigente con lo que se hace, pero es esencial reconocer los propios límites.
Disfruta con lo que haces
Si has llegado a ese extremo en el que te enfadas con tus fotos, tal vez deberías replantearte las cosas. Es lógico que un profesional pueda llegar a sentir náuseas ante determinados encargos o exigencias; pero un aficionado, que dispara por amor al arte, nunca debe perder de vista que hace fotos porque disfruta con ello, porque le gusta.
Por supuesto, hay quien quiere plantear la fotografía como un trasunto trágico en el que trata de desvelar el meollo de su existencia o su personalidad a golpe de instantáneas sufridas, lo que es muy respetable; pero en este caso ya no estaríamos hablando de mera fotografía, sino de filosofía o arte a secas.
Conócete a ti mismo
Puede parecer una tontería, pero no lo es. La mayoría de las veces, los incisos creativos responden a un trasfondo psicológico que va mucho más allá del hobby por el que a uno le dé. Es decir: no se trata de la fotografía, se trata de ti, que, como todo en este mundo, eres cíclico.
Respetar estos ciclos vacíos sin agobiarse es esencial para luego retomar la fotografía con fuerza y sin complejos. Piensa que es muy probable que tu ojo se esté reciclando, que se esté limpiando de una actividad frenética que lo ha llevado al agotamiento.
Aunque suene optimista: piensa en la posibilidad de que al volver a coger la cámara veas las cosas de una manera diferente.
Soluciones
Si eres demasiado impetuoso o voluntarioso como para asumir ninguna clase de ciclo y quieres forzarte a llenar tu vacío con nuevas imágenes, hay diversos métodos para escapar del horror vacui.
Por ejemplo, realiza ejercicios creativos, importe juegos como el siguiente: sal de casa con tu cámara, camina un determinado y prefijado número de pasos y busca algo que llame tu atención. Imponte unas restricciones para ver qué eres capaz de sacar de ellas.
Otra opción para despejarte es comunicarte con otros fotógrafos a través de blogs y páginas webs en las que se incite a criticar el trabajo de cada uno. No tengas miedo, porque lo más probable es que aprendas mucho.
Por último, lee muchos libros, ve películas, despéjate con un viaje y busca aire. En todos los matrimonios es necesario tomar perspectiva cada cierto tiempo para evitar el triste y definitivo divorcio.