Lo más valioso de una compañía es un trasunto inmaterial. Puede vender cámaras u ordenadores o pantallas como churros, que al final, lo más importante y rentable, será poseer los derechos de su ingeniería, del concepto en el que se basan todos los productos que se sacan al mercado.
De lo contrario, de basar todo tu stock en ideas ajenas, jamás obtendrás de él todos los beneficios netos que cabría esperar (¿sabíais que las tan traídas y llevadas pantallas retina han sido fabricadas por Samsung? Ver para creer).
No en vano, si os fijáis en las empresas que en la actualidad gozan de una mejor salud mercantil (como Apple, por ejemplo), os daréis cuenta de que son precisamente aquéllas que mejor han sabido invertir en I+D.
El caso de Kodak es paradigmático a este respecto: La empresa de Eastman lleva funcionando desde el año 1881, y hasta el anuncio de su quiebra hace unos meses ha patentado más 1100 inventos, como el carrete de papel, que introdujo en el mercado en 1888, o el carrete de celuloide.
En su comunicado, la defenestrada empresa, que ya ha anunciado la suspensión de pagos, manifiesta que los interesados podrán pujar por el lote de tecnologías patentadas hasta el próximo 30 de junio, y que ya han recibido cuantiosas ofertas por parte de más de veinte empresas (¿os imagináis cuáles son?).
Si tenemos en cuenta que en sólo diez años estas patentes han producido unos beneficios superiores a los tres mil millones de dólares, la oferta no puede ser más interesante.
Eso sí, como la propia Kodak ha corrido a subrayar, el nuevo dueño de todas estas tecnologías no se dará a conocer hasta el mes de agosto del presente año; y, por supuesto, todas aquellas empresas que hayan entrado en la puja infructuosamente permanecerán en el más absoluto anonimato.