Sí, es curioso pero hay más exposiciones además de aquéllas de las que os venimos hablando cada semana desde que arrancó PHotoEspaña 2012. Y puede que nos cojan un poco lejos, pero siempre son una buena excusa para acercarnos a la obra de autores necesarios de los que difícilmente podríamos hablar.
Es el caso de Jim Marshal y la gran exposición que se está llevando a cabo de su obra en la galería Steven Kasher dos años después de su fallecimiento.
Ya hemos hablado en otras ocasiones de fotógrafos cuya vida ha estado íntimamente ligada al mundo de la música; pero ninguno alcanza el calado y la importancia del fotoperiodista de Chicago.
Por un lado, se trata del autor que más cerca se ha encontrado de los artistas a los que fotografiaba; por otra, es el autor de las imágenes más imperecederas de la historia de la música.
Hagamos memoria: la foto de Johnny Cash haciendo una peineta, suya; la de Hendrix quemando su guitarra en Monterey, también suya; las de The Beatles en su último concierto, más de lo mismo; etcétera, etcétera.
Comenzó en la fotografía gracias a John Coltrane, a quien se encontró por la calle en 1960 mientras buscaba un garito. Jim, que ya sabía por dónde iban los tiros, le dijo que le enseñaría dónde estaba el club a cambio de que le dejase hacerle unos retratos, y así empezó su leyenda.
Luego fotografió a Thelonious Monk, fue fotógrafo oficial en Monterey y Woodstock, hizo migas con Janis Joplin, The Doors, fue el primer norteamericano que fotografió a The Who y en 1972 se embarcó con The Rolling Stones en su gira más salvaje (y que es objeto de esta revisión de su trabajo).
¿Cuál era el secreto de Jim Marshal para estar siempre en el sitio oportuno y en el momento adecuado? Muy sencillo: beber y drogarse más que ninguno de los artistas que fotografiaba. Alcanzaba una empatía absoluta y se mezclaba con el ambiente hasta pasar completamente desapercibido con su Leica (jamás cambió de marca).
En definitiva. Ahora que estamos en verano y muchos aprovechamos para viajar, si os acercáis a Nueva York no dudéis en pasaros por la galería Steven Kasher. Nunca lo olvidaréis.