La presentación ayer de la Pentax X-5 ha conducido al que esto escribe a una serie de cuestiones que probablemente no causen furor entre los amantes de las nuevas tendencias tecnológicas; pero qué se le va a hacer, lo que voy a plantear no lo hago por capricho.
A través de diversos medios digitales se viene planteando desde el surgimiento de las cámaras micro cuatro tercios y las Evil la defunción de las cámaras compactas bridge, que siempre fueron consideradas como las adecuadas para moverse entre la fotografía amateur y la profesional, como el eslabón encontrado que permitía aprender a hacer fotos de verdad (en modo manual y en formato raw) sin tener que dejarse una considerable cantidad de dinero en una réflex de gama baja.
Pues bien, después de considerar lo que ofrece la ya mencionada Pentax X-5, creo que a la mayor parte de los mortales les bastaría con una bridge para aprender a utilizar el modo manual de disparo y conseguir unos magníficos resultados sin tener que gastarse más dinero en una compacta sin espejo.
¿Por qué?
Porque, si el gran reclamo de una Evil es la posibilidad de utilizar objetivos intercambiables en un cuerpo pequeño, las bridge de última generación traen implementada una focal realmente buena que cubre todas las necesidades del fotógrafo medio.
La Pentax X-5, por ejemplo, alcanza los 580mm, una longitud focal que raramente se emplea salvo que te dediques a la fotografía profesional y que te saldría por un riñón si la buscases para completar tu cámara sin espejo.
¿Y si me dedico a la fotografía profesional y necesito que esos 580mm den unos resultados completamente brillantes? En tal caso, mucho me temo que no optaríamos por una sin espejo media, sino por una réflex o una micro cuatro tercios profesional (que no compite ya con una bridge, sino con una réflex).
Le pese a quien le pese, la tecnología micro cuatro tercios no ha conseguido situarse a la altura de la de las réflex en dos años. El tamaño de su sensor (aunque hay cámaras que han mejorado en este aspecto… a cambio de una subida drástica de precio), la velocidad de disparo o la dispersión del ruido están aún bastante lejos de lo que se puede esperar de una cámara profesional, por lo que la mayor parte de las Evil y cía aún se encuentran un escalón por debajo de lo que se esperaba de ellas; a excepción de los modelos “profesionales”, que son tan caros como una réflex y ofrecen unas prestaciones similares.
Así, una sin espejo de gama media o baja no se diferencia gran cosa de una bridge en lo que se refiere a calidad; pero sí en lo que se refiere a precio.
En consecuencia: ¿merece la pena dejarse un dineral en una cámara que no cubre las expectativas que ofrece? Quiero decir: si las sin espejo de gama baja y media siguen constituyendo un paso intermedio entre las compactas y las réflex (a día de hoy, subrayo), ¿merece la pena el desembolso que implican (no nos olvidemos de los objetivos intercambiables, que no los regalan) si una bridge ofrece unos resultados similares?
Que cada uno mire su conciencia digital y decida.