Aunque dejó la arquitectura para dedicarse a la fotografía, Horst Paul Horst es un arquitecto de los volúmenes y las luces. Basta echarle un ojo a sus composiciones para comprender hasta qué punto vivió siempre ligado al singular universo de las relaciones geométricas entre cuerpos, vestidos y complementos.
Nació en Alemania y fue alumno del gran Le Corbusier, pero la fotografía terminó consumiendo todo su tiempo. A finales de los años 20 se trasladó a París y se codeó con los grandes personajes del cine y el arte de la época, como Coco Chanel, Dalí o Greta Garbo, a los que retrata y convierte en iconos imperecederos.
Posteriormente entra en contacto con Hoyningen-Huenen, uno de los grandes de Vogue, y comienza a trabajar para él.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial se traslada a los Estados Unidos y cambia tanto su nacionalidad (por la estadounidense, obviamente) como su nombre (originalmente Horst Paul Bohrmann), para que no lo relacionen con el movimiento nazi.
En el país americano entra en contacto con las principales figuras del cine clásico, la cultura y la política yanquis, como Jackie Kennedy, Harry Truman, el gran Robert Mapplethorpe, Isabella Rossellini y, sobre todo, la tremenda Marlene Dietricht, a la que retrató con una maestría que ha marcado para siempre la historia de la fotografía glamurosa.
Con el paso de los años, el propio Horst se convirtió en un personaje más la noche hollywoodiense, aunque su genio nunca lo abandonó y creó toda una escuela fotográfica basada en la elegancia, el juego de líneas que se cruzan y trazan fugas, volúmenes suaves y un tratamiento de la luz sencillamente cautivador.
Se puede decir que Horst P. Horst es a la fotografía de estudio y de moda lo que Cartier-Bresson o Robert Capa al fotoperiodismo.
Murió en Palm Beach (Estados Unidos) en 1999 a la edad de 93 años (nuevamente, la longevidad de los fotógrafos).