Horacio Coppola es uno de los más afamados y queridos fotógrafos argentinos. Fallecido este mismo verano, constituía el último testigo de la era dorada de las vanguardias argentinas.
Nacido en una familia adinerada de origen italiano, aprendió fotografía gracias a la cámara de formato completo de su hermano mayor, que le enseñó todo lo que necesitaba saber para convertirse en un magnifico artista.
Su formación autodidacta se completó con dos viajes a Europa (que visitó una y otra vez): uno a finales de los años veinte, cuando entró en contacto con las vanguardias parisinas y se hizo con una Leica; y otro a principios de los años treinta, cuando terminó de formarse en la escuela de la Bahuaus y donde conoció a su esposa, la legendaria fotógrafa Grete Stern.
Junto a ésta, Coppola hizo de su casa un centro cultural improvisado en el que se reunieron los grandes intelectuales argentinos de la época, como Xul Solar, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares o Silvina Ocampo.
El fotógrafo argentino tocó prácticamente todos los palos de la fotografía, aunque siempre se le recordará por sus fotografías para la primera edición del “Evaristo Carriego” de Jorge Luis Borges y sus fotografías sobre arquitectura.
Muy influido por la Bahuaus y el futurismo, Coppola era un privilegiado y estilizado testigo del nacimiento del nuevo Buenos Aires, como una especie de Berenice Abbott pampera.
Suyas son las fotografías que documentan el desarrollo de una nueva ciudad sobre la antigua urbe, mostrando el tránsito desde lo antiguo hasta lo moderno, hasta la absoluta industrialización de la ciudad rioplatense.
Aunque dedicó toda su vida a la fotografía, Horacio Coppola también hizo breves incursiones en el mundo del cine.
Entre otros premios, ha recibido el “Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes”, que reconoce el trabajo de toda una vida.