Que Instagram es antes una red social que una red fotográfica es algo en lo que veníamos insistiendo desde mucho antes de que al señor Zuckerberg le diese por sacar la calderilla de su bolsillo para comprar la aplicación móvil. Ahora, unos meses después, estamos asistiendo al fin a las predecibles consecuencias del matrimonio más feliz de la red.
Facebook acaba de sacar una nueva versión de su aplicación para iOS que incluye quince filtros calcados a los ya existentes en Instagram, claro que empleando otros nombres para despistar al personal.
Es decir: coges tu iPhone (suponemos que en breve sucederá lo mismo con los terminales basados en Android), abres tu aplicación de Facebook, sacas una foto, le aplicas un filtro y la subes in situ al muro de tu perfil.
Del mismo modo, si dispones de la última versión de Instagram, ahora puedes modificar y completar tu perfil como si la red “fotográfica” fuese en realidad una mera red social.
La sorpresa, desde luego, no es tal. Todos nos esperábamos este movimiento y sólo nos preguntábamos cuánto tiempo tardaría Zuckerberg en hacer de las aplicaciones y los servicios online unos curiosos hermanos siameses.
Pero la historia no acaba aquí.
Según The New York Times, Twitter, el único servicio social online capaz de hacerle sombra a Facebook (aunque emplee una filosofía distinta, todo hay que decirlo), también prepara una nueva versión de su servicio que incorporará el uso de fotografías con filtros automáticos.
¿Estamos al fin ante la reducción al absurdo de los filtros automáticos de la fotografía móvil? ¿Llevará esta saturación de colorines vintage y lomo a que los usuarios se cansen de pamplinas y se pongan a trabajar con sus propias herramientas?
Yo, personalmente, no tengo nada contra este tipo de automatismos. Al fin y al cabo sólo se trata de pasar un buen rato intercambiando impresiones gráficas; pero creo que estamos asistiendo al último tramo de una moda que se va a agotar a sí misma por exhaustiva.