Cuatro años han tardado una serie de científicos, artistas y filósofos en ponerse de acuerdo. La intención era mandar junto con el satélite EchoStar XVI algo que describiese nuestra condición existencial de manera clara y precisa, de tal modo que en el caso de que exista vida en otros planetas los presuntos extraterrestres puedan comprender lo que somos sin tener que recurrir a traductores imposibles.
¿La solución? Mandar fotografías que contengan lo que somos. Elegir las imágenes más representativas de la humanidad y almacenarlas en un soporte algo más duradero que un pen drive o una tarjeta de memoria: dos discos de silicio recubiertos de oro.
Ahora bien. Como habréis imaginado, seleccionar esas cien imágenes no ha sido una tarea nada fácil. Mandar sólo fotos de bebés dándose cariño hubiese sido muy bonito, pero muy falso. De lo que se trataba era de mostrar de forma aproximadamente objetiva en qué consistimos.
Así, entre las imágenes elegidas se incluyen fenómenos climáticos, paisajes, flora y retratos, así como escenas menos agradables (como una en la que se muestra el montaje de una bomba atómica).
De este modo, lo trascendental y lo ordinario, lo amable y lo terrible se dan la mano en una colección imposible, que pretende trascender nuestra innata subjetividad para ofrecer una mirada realista.
El satélite EchoStar fue puesto en órbita con éxito hace sólo un par de días, y todo parece indicar que todo ha salido como se pretendía. Ahora sólo falta que algún alienígena tenga a bien acercarse a nuestro sistema solar para recoger el recado y que disponga de un buen ordenador.
En cualquier caso, el experimento viene a evidenciar una vez más la importancia de la fotografía en nuestra existencia, cómo un recurso documental que empleamos cada día para las chorradas más imprevisibles entraña, en el fondo, una actitud completamente trascendental.
Por cierto, ¿qué imágenes habríais seleccionado vosotros?