Yo siento especial debilidad por los retratos. Le echo fotos a todo lo que se menea, pero creo que no hay nada más fabuloso que saber captar la forma de ser de una persona a través de una fotografía, como el gran Gonnord. Por eso, cuando veo retratos como el de Ruiz Cirera, premiado en el prestigioso certamen de retratos “Taylor Wessing”, me echo las manos a la cabeza.
Cuando uno observa el retrato en cuestión (que es el que abre la entrada) se encuentra con una chica triste o acongojada, con una mirada evocadora, y tras ella un fondo difuso con dos ventanas que realzan el enfoque.
Ahora bien: ¿qué tiene de especial el retrato? Pues que la chica boliviana retratada pertenece a una religión (¿secta?) que prohíbe la fotografía. Los menonitas no pueden ser retratados, lo que tal vez explique que una de las mujeres que aparece al fondo la mire con curiosidad y el sentimiento de culpabilidad de la retratada.
Es decir: la fotografía contiene una historia implícita.
El mérito de esta toma se multiplica además cuando se considera que la toma de Jordi Ruiz Herrera ha sido elegida entre otros 5.340 retratos realizados por 2.352 fotógrafos de todo el mundo, y que va a recibir por él nada más y nada menos que 15.000 euros.
Así, el “Taylor Wessing Photographic Portrait Prize” está considerado como el más prestigioso premio de retratos porque lo otorga la National Portrait Gallery de Londres (y es además el que otorga el premio más cuantioso por un retrato).
Con este trabajo (que pertenece a una serie dedicada a los menonistas), Ruiz Cirera nos ofrece una auténtica lección sobre cómo se debe hacer un retrato. Así que no perdáis ni un minuto más y volved a mirarlo con detenimiento. Hay mucho que aprender de él.