La fotografía humanista puede nacer a partir de las inquietudes y las trayectorias personales más diversas. Así, hay fotoperiodistas que, desde el origen de su carrera, tienen muy claro qué es lo que quieren mostrar del mundo; y hay fotógrafos que parten de intenciones muy diferentes sólo para que un encuentro fortuito acabe conduciéndolos a la fotografía documental comprometida.
Es el caso del gran Lee Jeffries, un artista que justamente ahora está empezando a llamar la atención de todo tipo de publicaciones gracias a su arriesgado y precioso trabajo.
Nació en el Reino Unido y pronto se vio vinculado a una de las expresiones culturales más típicas del país: el fútbol. Así, se dedicó durante mucho tiempo a trabajar en Manchester como fotógrafo deportivo, captando los momentos más decisivos de los partidos de balompié (sí, así en castellano).
Sin embargo, su tropiezo con una sin techo en los suburbios de la ciudad británica lo llevaron a cambiar radicalmente su manera de comprender la fotografía y de trabajar.
Tenía delante de sí a una niña vagabunda, que dormía en un saco de dormir, y le hizo un robado (una foto sin permiso). La chica se molestó, y justo cuando Lee Jeffries iba a marcharse con su toma algo le hizo cambiar de idea y acercarse a la vagabunda a hablar con ella.
De este modo, el artista británico comenzó a entender el mundo subterráneo en el que viven los desahuciados, y dejó de lado el mundo de la fotografía deportiva para centrarse en el humanismo y el documental fotográficos.
Según el propio Lee Jeffries, que podría formar parte de cualquiera de los premiados por la organización Luis Valtueña, ahora necesita entablar una relación comunicativa con sus desamparados antes de fotografiarlos. Ha abandonado los robados para retratar vidas con sentido.
Sus retratos en blanco y negro de los marginados son sencillamente fascinantes, e invitan al espectador a reflexionar sobre el mundo que tan injustamente habitamos.