Ilse Bing procedía de una familia acomodada alemana de origen judío, lo que le permitió formarse como pocos fotógrafos de su época pero lo que también la obligó a abandonar Europa con el levantamiento nazi de finales de la década de los 30.
Primero estudió Matemáticas y Física, para luego seguir con Historia del Arte y finalmente licenciarse en Bellas Artes, adquiriendo una formación exquisita que determinó su amor por las vanguardias y su capacidad para moverse como pez en el agua entre diversas disciplinas, como la pintura, la poesía y (por supuesto) la fotografía.
Como fotógrafa se formó de manera completamente autodidacta, y a principios de los años 30 se trasladó a París para realizar reportajes para las principales revistas del momento, como Harper’s Bazar. Allí entró en contacto con fotógrafos de la relevancia de André Kertész o Emmanuel Sougez, quien le puso el sobrenombre de “la Reina de la Leica”.
Tras realizar su primera gran exposición en Nueva York y casarse con el pianista Konrad Wolff, el estallido de la Segunda Guerra Mundial la llevó a abandonar Europa para refugiarse en los EEUU, adquiriendo la nacionalidad estadounidense.
La experimentación, los juegos de sombras y espejos o la geometría constituyen algunos de los motivos elementales de su primera fotografía. A partir del año 1957 comienza a interesarse por el color, hasta que abandona por completo el blanco y negro y se convierte en una maestra del trabajo en el cuarto oscuro.
Durante los años 60 abandona la fotografía para dedicarse a la poesía y a la pintura, aunque en los años 70, a propósito de una exposición que rescata su obra en Nueva York, empieza a retomar la cámara de fotos.
En 1993 sufre un accidente de coche que la aleja definitivamente de la fotografía. Falleció dos años después en los EEUU.