Resulta sumamente inquietante ver una fotografía del gran Jean-Françoise Jonvelle. En primer lugar, por la cuidadísima y más que evidente sensualidad que desprende; en segundo, por la poca información que se puede encontrar acerca de él.
Esto se debe, mayormente, a que fue discípulo del gigante Richard Avedon, lo que probablemente le sirvió para desarrollar una técnica admirable pero también para pasar a la posteridad como un fotógrafo de importancia relativa.
Nació en Cavaillon, Francia, en el año 1943, y empezó a dedicarse a la fotografía cuando apenas era un adolescente. Con sólo 16 años emprendió un largo viaje a través de su país natal con su colega y también fotógrafo Georges Glasberg, centrándose sobre todo en la fotografía paisajista y de arquitectura, lo que llama sobremanera la atención.
Sin embargo, en el año 1963 pasó a trabajar como asistente de Richard Avedon, lo que probablemente pronunció su interés por la anatomía humana en general y por la femenina en particular.
A los 20 años publicó por primera vez en la revista Dim, Dam, Dom, y poco a poco fue dejándose llevar por el influjo de algunos de los grandes artistas consagrados de su época, como Francis Bacon o Fritz Lang.
A los 30 años, Jonvelle era ya un maestro de la sensualidad. Se dedicaba casi por completo a la fotografía de mujeres desnudas, que lejos de ser modelos profesionales eran amigas y conocidas.
Los desnudos de Jonvelle se caracterizan por la luminosidad y la naturalidad. Trabajaba con una cámara réflex (analógica, por supuesto) sobre la que montaba un 50 o un 85mm con una abertura máxima de f1,2. Así, huía de las luces artificiales y aprovechaba al máximo las naturales. Además, evitaba cualquier forma de artificio y empleaba los elementos circundantes como atrezzo para generar composiciones difusas y equilibradas.
Sus fotografías fueron portada de publicaciones europeas y americanas, y fueron muy cotizadas por los galeristas y coleccionistas.
Murió con sólo 58 años de cáncer.