Aunque cada región y país y posee sus propias particularidades, la fotografía de primera comunión consta básicamente de cuatro partes: la “pre-comunión”, el rito en la iglesia, el banquete y la celebración.
Distinguimos entre banquete y celebración porque el primero está destinado a los familiares y tiene un desarrollo completamente distinto a la celebración en sí misma, en la que los protagonistas son los niños y sus derivas lúdicas y emocionales.
Los niños
Uno de los mitos más extendidos entre los fotógrafos de comuniones es que para fotografiar adecuadamente a un niño hay que jugar a ser psicólogo. Es cierto que es necesaria cierta paciencia y empatía, pero tampoco es necesario hacer el ganso o leer a Freud para que el niño te haga caso. Al fin y al cabo todos hemos sido pequeños, y tampoco nos debería resultar tan difícil entender cómo se manejan.
En cualquier caso, hay que tener presente que los niños se comen la cámara. Al contrario que los adultos, que componen la cara para salir guapos, aquéllos aún no son del todo conscientes de su físico, por lo que son una mina de recursos expresivos.
La pre-comunión
La pre-comunión consiste en la sesión que se le hace a los niños antes de que hagan propiamente la primera comunión. Se suele aconsejar que esta sesión se desarrolle antes del día del evento, para evitar nervios y contratiempos de última hora; sin embargo, no siempre dispondremos del tiempo que necesitamos.
Lo habitual es hacer esta sesión o en un estudio o en un parque, aprovechando la luz del amanecer o el atardecer, pero muchas veces tendremos que tirar de recursos mucho más limitados y contentarnos con la propia casa de la familia.
Es esencial buscar fondos neutros o composiciones en las que intervengan elementos poco mundanos, aunque en último término será nuestra imaginación la que juegue el papel más decisivo.
Hay que destacar el vestido o el traje del niño y centrar el enfoque en la mirada, y sobre todo tener muy presente que un niño es una caja de bombas: nunca bastará el primer disparo; de hecho, ese primer disparo debe ser una excusa para componer la foto y luego lanzarse a captar las diferentes expresiones que adopta el niño de forma espontánea.
Asimismo, debemos jugar con diferentes distancias y planos, que irán desde los generales hasta los primeros planos, pasando por el plano americano.