A no ser que te llames Francesca Woodman y hayas nacido con un don para esto, cuando empiezas a hacer fotos sueles quedar bastante decepcionado con el resultado. Miras tus fotos y ves que les falta brillo y contraste, que la composición no dice nada y que aquel amanecer que parecía tan espectacular en la playa, sobre la pantalla es un churro.
Un error muy común al empezar a echar fotos es creer que existe alguna clase de atajo que te llevará a ser mejor fotógrafo sin tener que estrujarte las meninges, y que ese atajo se llama procesado.
El abuso de las herramientas que nos ofrecen los programas de edición se puede considerar como un vicio propio de nuestra infancia fotográfica, y la única manera de superarlo pasa necesariamente por ser conscientes de las aberraciones más comunes dentro de este abuso del procesado de imágenes.
Las fotos se hacen con la cámara, no con el ordenador
Pensar que cuando llegues a casa podrás arreglar una foto mal hecha es un error muy común, que parte además de una nula comprensión de lo que es la fotografía: las fotos se hacen con la cámara, Photoshop o Lightroom sólo sirven para editar variables que no deben variar sustancialmente la naturaleza de aquellas.
La edición de una foto digital en el ordenador es tan necesaria como el trabajo en el cuarto oscuro con una fotografía analógica; pero esto no implica que podamos solucionar un enfoque erróneo, unas luces quemadas o la profundidad de campo. La foto ya está hecha, la tienes ahí, y si pretendes rescatar algo de ella a pesar de que esté llena de errores, te estás equivocando.
Así que antes de pasar a ver los errores más comunes dentro del mundo de la edición de imágenes, corre y borra esa foto en la que enfocaste un hombro en lugar de la cara, tal y como pretendías. No pierdas el tiempo delante del ordenador y aprende cómo funciona el enfoque selectivo. Tardarás mucho menos en conseguir lo que buscas.