Los esfuerzos de los fabricantes por ofrecer soluciones novedosas a problemas atávicos no tienen fin. Es posible que ya hayamos alcanzado un nivel tecnológico tal que el común de los mortales no necesitemos ya más calidad para expresar nuestra forma de ver el mundo, o que los profesionales tengan a su disposición ahora mismo todo lo que requieren para desarrollar adecuadamente su trabajo; pero la fotografía es antes un negocio que una realidad expresiva, por lo que buscar nuevas tecnologías es, ante todo, una necesidad mercantil.
De este modo, Canon acaba de patentar un nuevo objetivo 10-22 mm f/3.5-4.5 que incluye en su esquema óptico una lente líquida. Esto es: junto a los cristales de toda la vida ha insertado uno que no es sólido, y que, en consecuencia, funciona de una manera completamente distinta.
La ventaja de emplear un cristal de este tipo se encuentra, de manera exclusiva, en el ahorro de espacio. No ofrecería una mayor calidad, pero sí posibilitaría fabricar objetivos de menor tamaño.
Así, al tratarse de una lente que no se tiene que desplazar dentro del barril del objetivo (se accionaría por presión o por electricidad), ofrecería más posibilidades para diseñar objetivos más livianos y breves.
Lo curioso de la patente de Canon es que se pretenda aplicar a un objetivo que ya de por sí no es excesivamente voluminoso, cuando lo lógico sería aplicarla a los objetivos de las cámaras compactas o incluso de los teléfonos móviles.
En cualquier caso, por ahora sólo se trata de una patente, y habrá que esperar mucho tiempo para ver si efectivamente se convierte en una realidad factible o si sólo se queda en otro experimento sin sentido.
Fuente: Egami