Las cámaras de fotos no captan la realidad tal y como ésta aparece ante nuestros ojos. Bien al contrario, se limitan a hacer una interpretación de los estímulos sensibles que inciden en el sensor. Nosotros podemos apreciar cientos de colores y tonos diferentes, mientras que una máquina digital tiene que conformarse con interpretar y reproducir los colores a través de la mezcla de los 3 colores básicos, que son el rojo, el verde y el azul.
Ahora bien, todas las cámaras avanzadas nos permiten elegir entre dos espacios de color distintos, el sRGB y el RGB, que, como veremos a continuación, tratan el espectro lumínico y cromático de maneras muy diferentes.
sRGB vs RGB
El espacio de color RGB (rojo, verde y azul) es el indicado para la fotografía digital profesional por una muy evidente razón: maneja un espectro de colores y luces mucho más amplio que el espacio sRGB. Así, el número de matices captados es mucho mayor, por lo que la realidad será representada de una manera más fiel.
El espacio sRGB (estándar rojo, verde y azul), creado por Hewlett-Packard y Microsoft, cubre un espectro de colores y luces mucho más limitado, y fue ideado para crear un estándar colométrico a la hora de fabricar monitores. No en vano, por mucho que disparemos en RGB, cuando vemos una fotografía en una pantalla cualquiera la mayoría de las veces la estaremos viendo dentro del espectro sRGB.
Aplicación de los espacios sRGB y RGB
Llegados a este punto, muchos os preguntaréis qué sentido tiene entonces trabajar con el espacio de color RGB. La respuesta es sencilla: cuando tomamos una foto, debemos intentar captar siempre la mayor cantidad posible de información para luego adecuarla al soporte que queramos.
Es decir: si manejamos el espectro RGB, luego podremos imprimir conservando todos los matices (pasando primero la foto a CMYK). Mientras que, si disparamos en sRGB, la fotografía sólo nos servirá para subirla a las redes sociales o para trabajar con pantallas.
¿Por qué no disparar entonces siempre en RGB? Porque la mayor parte de las pantallas están fabricadas para trabajar con el espectro sRGB. Nosotros podemos ver absortos nuestra genial fotografía en nuestra carísima pantalla EIZO (capaz de representar el 100% de la gama RGB), pero en el momento en el que esa foto sea visualizada en una pantalla corriente y moliente desaparecerán los matices.
Es más, los navegadores web están diseñados para trabajar con la gama sRGB, por lo que siempre interpretarán nuestras fotografías dentro de ese lenguaje.
Por estas razones, si lo que pretendemos es compartir nuestras fotografías para que sean visualizadas a través de una pantalla, lo recomendable es convertir su espectro de RGB a sRGB. Este último interpreta el punto de blanco de una manera diferente, por lo que es mejor adecuarse a los estándares antes que dejar en manos del azar lo que un monitor o un navegador puedan interpretar de nuestro RGB.
Por supuesto, toda esta dialéctica tiene una relación directa con los tipos de monitor que podemos encontrar en el mercado, pero dejaremos el tema para otra ocasión.