La curiosidad mata a muchos gatos, pero merece la pena ser gato. Porque podríamos quedarnos con los fotógrafos clásicos y los lugares comunes y respirar tan tranquilos creyendo que sólo eso es la fotografía; pero en el fondo sabemos que no; la curiosidad nos obliga a asomar la cabeza entre los millones de páginas webs y libros y noticias que pueblan el mundo para buscar otros artistas, otros fotógrafos que no son los evidentes pero guardan dentro una historia de esas que alimentan como un bistec.
Es el caso de Jordi Gual, fotógrafo artístico de Terrasa que lleva desde los años ochenta enganchado a la fotografía analógica, paseando sin querer mirar para sentir los objetos y los instantes desde una perspectiva soñadora e inquietante.
No hace demasiado saltó a los rotativos patrios gracias a dos hechos: es uno de los mejores fotógrafos artísticos que hay en este país; su universo fotográfico encierra una paradoja, su hija, que es invidente y es su mejor modelo: “Los ojos de Natalia me enseñaron a mirar, pero es una mirada llena de tensión, de ambivalencia”.
Jordi Gual frecuenta el blanco y negro y la oscuridad, aunque es capaz de sacarle unos colores a cualquier retrato que te dejan con la mandíbula desencajada. No sólo tiene lo que comúnmente se llama “ojo”, tiene algo más dentro. Una perspectiva, una forma de mirar el mundo singular, un sello en el obturador; en definitiva, lo que se llama un estilo.
Y no se crean que es algo que todo el mundo tiene. Uno se pone a hacer fotos, miles, y no es el mismo en todas ellas. Falta tu propia subjetividad, que no te limites a retratar lo que ves, sino que antes de hacer el disparo ya tangas la foto en tu forma de ser, en tu forma de comprender lo que tienes delante.
El aspecto onírico y a veces bizarro de la fotografía de Jordi Gual viene determinado en gran medida por el uso de un objetivo de gran apertura. Habitualmente enfoca detalles muy concretos del retratado o de la escena para sumir el resto de la imagen de una neblina difusa pero llena de belleza (lo que en este lado de la realidad llamamos “bokeh”).
Pero Jordi Gual es además un artesano (estudió Bellas Artes) y huye de las cámaras réflex como alma que lleva el diablo. Su arte no sólo se encuentra en su forma de disparar antes de haber disparado, sino también en su cuarto oscuro, porque él es de “los que se ensucian las manos y no llevan reloj”.
edward olive says
NO HAY NADIE POR ENCIMA DEL GRAN JORDI GUAL