Historias como ésta dan para mucho y te hacen imaginar una realidad abierta y aventurada, sin ataduras ni normas explícitas; te recuerdan, como decía Milán Kundera, que “la vida está en otra parte”, y te hacen pensar inmediatamente en el universo poético de un Rimbaud o en un personaje de una novela de Paul Auster.
Mike Brodie nació en 1985 en Pensacola, Florida, en el seno de una familia problemática que entendía poco (o más bien nada) de arte. Su padre fue condenado a nueve años de prisión por un delito menor, y de su madre sabemos bien poco.
Así que, en 2003, el bueno de Mike se escapó de casa para recorrer el sur de los Estados Unidos siguiendo las líneas ferroviarias que cruzan el país. Un amigo le regaló una cámara Polaroid SX-70 con autofoco (decía que menos mal, porque no iba sobrado de vista) y voilá, así nació la leyenda de The Polaroid Kidd, nombre de guerra de Mike Brodie.
Durante tres años se dedicó a fotografiar a los personajes desarraigados que se encontraba por el camino, y cuando aquellas fotos comenzaron a salir a la luz se empezó a hablar del nuevo Robert Frank o de la reencarnación de Eggleston, convirtiéndose en una jovencísima leyenda (tenía dieciocho años) que se extendió como la pólvora a través de Flickr y la blogosfera.
Hay algo fascinante en la instantáneas de Mike Brodie. Sus retratos poseen una cualidad casi espiritual, salvaje, que revienta todas las normas y sabe captar la belleza de lo fortuito sin ninguna clase de técnica o preparación. Aunque los colores apagados y vintage de la Polaroid también hacen lo suyo, al final todo el encanto de The Polaroid Kidd se encuentra en su forma de vida y en su “ojo”, en su habilidad innata para captar escenas de una capacidad expresiva que más quisiera el profesional más curtido en el mundo de la fotografía.
A partir de 2005 su obra comenzó a exponerse en diversas salas y museos, como los de Atlanta o incluso el Louvre; pero los vaivenes programados del mundo de la tecnología le jugaron una mala pasada, y los rollos fotográficos (que robaba) para la Kodak dejaron de fabricarse, obligándole a comprarse una Nikon.
Desde hace unos años el trabajo de The Polaroid Kidd parece haberse estancado y ya no sube nuevas imágenes a su página web. Se rumorea que se ha cansado de echar fotos y que ahora se dedica a ganarse la vida en un taller.
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