Sí, habéis leído bien. Por si no lo sabíais, las cámaras réflex tienen un tiempo estimado de vida, que viene determinado por la calidad de su obturador y el uso que hagamos de ella.
El funcionamiento del obturador de nuestras cámaras es mecánico, no digital, por lo que, con el paso del tiempo, se va desgastando. Así, llegado un momento más o menos impreciso, éste deja de funcionar adecuadamente y se encasquilla, haciendo que la cámara no tenga ninguna utilidad…
O sí… (sólo exageraba): si después de pasaros unos años con ella seguís satisfechos con su funcionamiento, siempre podéis llevarla al servicio técnico para que le instalen un nuevo obturador (aunque lo cierto es que muchos aprovechan esta tesitura para cambiar a un modelo nuevo o superior).
La mayor parte de los fabricantes garantizan una vida media superior a los 150.000 disparos, lo que puede ser mucho o poco dependiendo del uso que le demos a la cámara: un aficionado puede aguantar toda su vida con una réflex cualquiera; mientras que un profesional puede exprimir su cámara en sólo un par de años.
Ahora bien. Sólo estamos hablando de promedios, y siempre es posible que una réflex pierda la funcionalidad de su obturador al cabo de las 20.000 o las 30.000 fotos. De hecho, rastreando la red me he encontrado con este curioso estudio, que aunque es antiguo puede servir para hacerse una idea de cómo funciona el asunto.
Otro elemento a tener en cuenta a la hora de calcular la vida útil de nuestra cámara es la forma de emplearla y cuidarla. Si abusáis de los disparos en ráfaga acortaréis notablemente su periplo por este mundo de Dios; mientras que si la protegéis de las inclemencias climáticas (humedad, exposición continuada al sol…), la limpiáis y no abusáis del disparador a lo Clint Eastwood, os durará mucho más tiempo.
En cualquier caso, recordad que la cámara es sólo un medio para expresarse, y que los obturadores están para gastarlos y reemplazarlos cuando les llegue su triste hora.