Ya hablamos en otra entrada de cómo limpiar el sensor de una cámara réflex; operación ciertamente delicada pero completamente necesaria para que la salud de nuestras fotografías sea todo lo buena que deseamos.
Ahora bien, ¿qué sucede con el espejo de aquélla? ¿Es completamente necesario limpiarlo? ¿Cómo afecta a nuestro trabajo/hobby? ¿Cómo saber si lo que está sucio es el espejo o el sensor?
A ver. Las cámaras réflex no se llaman réflex porque quede chulo; se llaman así porque permiten ver directamente a través del visor lo que se encuentra al otro lado del objetivo. No hay una traducción digital de la escena a fotografiar; sino la escena misma.
Y para que podamos ver directamente lo que vamos a fotografiar (esencial), las cámaras réflex hacen uso de un juego de espejos que dirigen la escena a fotografiar desde el objetivo hasta el visor.
Así, la única función del espejo de una cámara réflex es la de permitir ver a través del visor, por lo que si se mancha, no afecta en absoluto a la fotografía que hemos tomado.
Pero como somos muy maniáticos y nos gusta que todo esté en su sitio, es habitual que empecemos a angustiarnos cuando pelusillas y manchas de diverso origen empiezan a empañar la visión de la escena.
Saber si lo que está sucio es el espejo o el sensor es sumamente sencillo. Si ves manchas cuando miras por el visor, ten por seguro que se trata o del espejo o de la parte interna de aquél (del visor), ya que el sensor no se emplea para ver la escena. Sólo la registra.
Ahora bien. Si ves la escena con perfecta nitidez pero tus fotos salen lastradas por manchas, se trata del sensor.
Y, ahora, la pregunta del millón: ¿merece la pena limpiar el espejo (o el visor interno) si las pelusas que hay en él no aparecerán en la foto? Pues depende de lo maniáticos que seamos.
Yo, como termino por fijarme sólo en la pelusa, siempre opto por limpiar el espejo; aunque los más profesionales recomiendan obviarla. Es más, es posible que la próxima vez que cambiemos de objetivo (que es la causa por la que se manchan el espejo, el sensor o el visor) la pelusa se desplace o incluso desaparezca.
¿Y por qué se recomienda obviarla? Pues porque si no tienes cuidado puedes terminar liándola a base de bien.
En primer lugar: ten en cuenta que bajo el espejo se encuentra el sagradísimo sensor, que siempre es el que se lleva la peor parte cada vez que intentamos limpiarlo. Así, las motas y pelusas rebeldes no abandonarán el interior de la cámara, caerán invariablemente en él.
En segundo lugar: debido al desproporcionado tamaño de nuestros dedos y la delicada ingeniería que compone el interior de la cámara, mientras limpiemos el espejo lo más probable es que, sin querer, terminemos ensuciando la parte interna del visor, que es delicadísima.
Si aun así eres como yo y odias las pelusas, mucho ojo al método más empleado y efectivo.
Hazte con una pera y ni se te ocurra soplar para eliminar las motas y pelusas. Nuestro aliento siempre está repleto de sustancias y partículas indeseables. Luego pon bocabajo (el espejo mirando al centro de la Tierra) la cámara y dispara con tu pera para eliminar motas. Luego mira a través del visor y comprueba si éstas han desaparecido.
Si no es así, hazte con un paño absolutamente impoluto, bastoncillos de algodón para bebés (los únicos que no sueltan pelusa) y emplea algún líquido que no contenga alcohol impuro (sólo el propiléptico vale). Esto último es esencial: el alcohol quema tanto el espejo como el interior del visor, así que ni se te ocurra echar mano de él. El líquido para lentillas, por ejemplo, es mucho más apropiado.
Con la cámara nuevamente bocabajo y empleando el dedo más pequeño que tengas, pasa el pañito muy levemente humedecido sobre el espejo teniendo muchísimo cuidado de no tocar ni el interior del visor ni la cortinilla que lo separa de aquél (del espejo).
Repite la operación cuantas veces sean necesarias (y sin alterarte) hasta que observes que han desaparecido las impurezas. Aunque mucho ojo a esto: si no secas adecuadamente el espejo, verás cómo se forman círculos en él. Así que es indispensable hacer el limpiado y el secado de forma uniforme, empleando los bastoncillos para secar adecuadamente las partes más inaccesibles del espejo.
Una vez estés convencido de que tanto el espejo como la parte interna del visor están limpios, monta un objetivo (previamente limpiado para que no vuelva a soltar pelusas), enciende la cámara y asegúrate de que durante el proceso no has manchado el sensor.
Si todo ha ido bien a la primera, eres un tipo con suerte y te mereces un buen Colacao. Si tienes que volver a repetir el proceso, mucha paciencia y encomiéndate al Dios que más rabia te dé.