Como Mircea Eliade o cualquier otro historiador de las religiones ha expuesto un sinfín de veces en esos libros que todos deberíamos leer: una ceremonia, sea religiosa o no, se caracteriza por la repetición ritual de una serie de momentos consecutivos que convierten lo ordinario en extraordinario. De tal modo que todo tiene que seguir un orden riguroso y cada escena de la boda debe incluir una serie de elementos (palabras, objetos, gestos) sagrados (repito: aunque la boda no sea religiosa).
Para un fotógrafo de bodas, conocer bien estos momentos secuenciales es completamente necesario, y saber situarse adecuadamente en ellos va a determinar en gran medida el éxito de su trabajo.
Así que vayamos por partes:
Nos novios se visten
Sí, vestirse para casarse es un rito, ya que se presupone que cada miembro de la pareja debe dejar sus indumentarias ordinarias para acceder a un estado estético irrepetible. Además, se emplean prendas de la familia y se realizan gestos llenos de significado, como colocarse los gemelos o la tiara.
Nuestro trabajo en este aspecto debe dividirse en dos tipos de género fotográfico: de un lado, el retrato; del otro, el bodegón.
En primer lugar, es esencial que busquemos puntos de luz dentro de las casas de los novios, ya que es probable que nos encontremos con casas oscuras o cuartos poco agraciados.
Por lo tanto, como psicólogos improvisados, debemos convencer al novio y a la novia para que se vistan donde nosotros consideremos oportuno. Obviamente no van a hacerlo en el balcón, donde hay una luz estupenda, pero sí podemos convencerlos para que abandonen una habitación mustia y para que se acerquen a un tragaluz o a un espejo.
Dentro de nuestra labor de retratistas, es aconsejable emplear tres tipos de encuadres: amplio, medio y corto. El amplio nos servirá para captar la escena completa, incluyendo a los niños que se cuelan en la habitación o a la madre que entra llorando sin avisar.
El medio lo emplearemos para retratar propiamente a los novios, destacando aquello de su fisonomía que nos parezca más importante e incluyendo algún detalle o gesto: ponerse la corbata, pintarse los labios (aunque todo esto lo hará la maquilladora), etcétera.
Por último, los planos cortos los emplearemos para retratar los gestos más expresivos, como las manos atando los cordones o el corpiño de la novia.
En cuanto a nuestra labor como bodeguistas, deberemos hacer fotografías macro de los elementos más significativos de la indumentaria cuidando mucho el entorno en el que los situamos: los anillos, el velo, la corbata, etcétera.
Ahora bien: nada de lo que calculemos va a salir adecuadamente, por lo que tendremos que ser muy rápidos y precisos tanto con la cabeza como con la cámara.
Hay que aprovechar las irrupciones de los familiares en la habitación para captar momentos entrañables, y además deberemos estar muy atentos a los estados anímicos de los novios para disparar cuando sea el momento oportuno.
Por último, hay que tener en cuenta que, como suele suceder con la mayor parte de los seres humanos, los fotógrafos no pueden clonarse. Es decir: no pueden estar en dos sitios al mismo tiempo, por lo que es completamente imposible hacerles fotos a los dos novios mientras se visten a la vez.
Nuevamente tendremos que echar mano de un second shooter que se haga cargo del novio o de la novia.