Bien. Nuestros novios ya se han vestido, tenemos todo nuestro material psicológico y fotográfico a mano, y nos dirigimos hacia la iglesia, el juzgado o lo que se tercie. A partir de este momento, todo discurrirá dentro de una forma de caos ritual que requerirá por nuestra parte de una pericia mental y técnica que sólo terminaremos de desarrollar con la práctica.
En cualquier caso, aquí van los consejos para cada ceremonia:
En la iglesia
Momento crucial de la boda, el casamiento (y olé) exige de retratos perfectamente clásicos y bien iluminados. En el caso de que éste se produzca en un ayuntamiento o en un entorno más amable (para la fotografía) que el de la iglesia, nos enfrentaremos a pocas dificultades.
Es conveniente tirar de una focal luminosa y larga, de unos 100mm, que nos permita disparar a gusto sin inmiscuirnos en la escena para realizar planos de medio cuerpo. Pero también de una más amplia (sin llegar al gran angular) para realizar tomas de cuerpo entero que incluyan el entorno (siempre y cuando sea aprovechable).
Gestos indispensables: la llegada de los novios, el novio (o novia) esperando en el altar, la llegada de la novia (o el novio) al mismo, la charla del cura o el alcalde, la puesta del anillo, el beso y la firma de los papeles de rigor. Finalmente: la salida de la iglesia con la muchedumbre, el arroz y las flores.
Punto y final.
Ahora bien: mucho ojo a los matrimonios eclesiásticos. Lo más habitual es que el cura impida a toda costa que hagas adecuadamente tu trabajo y que la luz haya que forzarla si no queremos tirar de focos y flashes.
¿La solución? Mucho sigilo, paciencia y emplear focales ultra-luminosas.
La sesión
Una vez finalizada la ceremonia viene la parte más sencilla de la boda: los posados de los novios. Sencilla porque está concebida y calculada a priori. Así que busca un sitio con buena luz, con un entorno no demasiado populoso y que vaya con el carácter de los implicados (no te preocupes, ellos mismos se encargarán de sugerirte localizaciones; aunque las empresas de fotografía serias ofrecen localizaciones que han estudiado previamente).
Al estar más relajados (al fin), los novios se prestarán a hacer toda clase de monerías, así que aprovecha y da lo mejor de ti. Calcula bien la incidencia de las luces (habitualmente naturales) y despliega todo tu arsenal de objetivos y filtros, además de toda tu creatividad.
Nos vamos de fiesta
Una vez finalizada la sesión, viene la parte más aburrida de la boda (para el fotógrafo, obviamente): el baile de la pareja, el convite y la fotografía a las mesas con los invitados.
Un consejo: no te unas a la fiesta a corres el riesgo de perder la noción de cuál es tu papel dentro de la boda. Implícate y relájate, pero manteniendo siempre una distancia cordial.
Aunque tu trabajo a partir de este instante sea un poco más caótico si cabe, no se te deben olvidar dos o tres rituales esenciales: la entrada de los novios en el comedor; su baile de bienvenida y la presentación y corte (con espada toledana) de la tarta.
En estos tres instantes debes regirte por el mismo rigor que en los rituales antes descritos. Buen pulso, composición clásica y nada de artificios. Y si es necesario: un flash amortiguado en las paredes del comedor.
Una vez finalizadas estas ceremonias tu trabajo consistirá (si aún sigues allí) en pasearte por las mesas haciéndoles fotos a las mesas de los novios y sus familiares y amigos más cercanos.
Luego vendrán el descoque, los cubatas y Paquito el Chocolatero, pero, a no ser que te lo pidan de manera explícita (y te paguen por ello, cómo no), no tienes ninguna obligación de asistir a tamaño espectáculo…
En la próxima entrada analizaremos los procesados más habituales en la fotografía de bodas, así como el presupuesto.