Piensa en esto: cada vez que alguien se compra un móvil, empieza a usar Instagram. Sé que da un poco de miedo, pero es la verdad, y explica en gran medida el éxito de una aplicación que inventa “fotógrafos” con cada versión. No en vano, ya he llegado a conocer gente que dice dedicarse a la fotografía porque emplea Instagram, utilizándola incluso para sesiones de moda o bodas (un disparate).
Pues bien, la aplicación hermana de Facebook acaba de actualizarse a su flamante versión 3.0, que incorpora importantes novedades de orden visual y trata de convencer a los que no confían en el señor Zuckerberg de que sigue siendo tan original y chachi como hace un año o dos.
La principal novedad de Instagram 3.0 se encuentra en la geolocalización en mapas de nuestras fotografías. Aunque antes ya era posible etiquetarlas siguiendo este criterio, ahora podremos ver en un mapa dónde se tomaron nuestras fotos y dónde tomaron sus fotos los demás, lo que no deja de ser sumamente inquietante y útil para seguir perdiendo privacidad cada dos horas.
Otras novedades significativas están referidas a nuestro perfil, que podremos geolocalizar y cuya foto podremos cambiar en función de la que ya empleamos en otras redes sociales como Facebook.
Aunque, para mí, la novedad más importante es la posibilidad de poder “reportar” un uso indebido de los comentarios a nuestras imágenes. Como buena aplicación norteamericana, Instagram ha iniciado su particular caza de brujas, lo que tiene su utilidad cuando no paramos de recibir comentarios spam o publicidad descarada.
De esta manera, la aplicación de Zuckerberg se adapta a su condición de gigante de la red. Al contar con millones y millones de usuarios, los responsables de Instagram no han tenido más remedio que empezar a filtrar el acceso y los comentarios a nuestras imágenes.