Las galerías expositivas tienen una virtud encomiable (entre otras muchas y evidentes): disponen un espacio exclusivo y perfectamente ideado para exponer en ellas fotografías considerando elementos tan fundamentales como la luz que incide en cada imagen, el tamaño de impresión o la creación de series y secuencias temáticas.
Pero a mí, personalmente, no hay exposición que me guste más que aquélla que se realiza al aire libre. Obviamente, porque permite el acceso desconsiderado de todos los viandantes a productos culturales que suelen pasar desapercibidos para el común de los mortales; aunque, sobre todo, porque mezclan el espacio expositivo con las calles, los parques, los árboles, los vendedores de altramuces y las carreras de los niños.
Las exposiciones al aire libre denotan interés por la cultura, inversión en educación y buen gusto; y además generan relaciones insólitas entre lo expuesto y lo accidental.
Así, desde el pasado mes de mayo y hasta el próximo 30 de septiembre, los habitantes de Alcobendas podrán visitar en el Bulevar Salvador Allende una muestra compuesta por treinta y una imágenes del gran fotógrafo madrileño Chema Madoz.
Estudiante de Historia del Arte e inventor de objetos imposibles (hay quien también lo considera escultor), Madoz se recrea en las raíces del Surrealismo para generar nuevos universos de sentido gracias a la fusión de elementos que parecen, en principio, inconexos.
Una vía de tren, por ejemplo, adquiere otro significado cuando un reloj jalona sus peldaños, señalando (directa o indirectamente) al Realismo Mágico del mismísimo Cortázar.
Cada fotografía es, en consecuencia, una manera poética de abrir el mundo, de inaugurar un nuevo sentido poético que, sin embargo, no pierde de vista la lectura consuetudinaria de lo real.
La exposición está enmarcada dentro de PHotoEspaña 2012, y constituye una manera única de decir adiós al verano para volver a ingresar poco a poco en las rutinas del otoño.