No sabemos si se debe a la salvaje competencia mercantil que se desarrolla en los altos fondos de Japón, pero lo cierto es que muy pocas han sido las nuevas cámaras de Nikon o Canon (entre otras) que no se han visto lastradas tras su presentación por un problema de funcionamiento.
El de la Canon EOS 1D X, que es el que hoy nos ocupa, no ha tenido la relevancia del de la 5D, seguramente porque sólo se produce en unas condiciones muy determinadas y porque es una cámara a la que muy pocos tienen acceso.
Pero se trata al fin y al cabo de una tara: cuando se intenta hacer uso de su nuevo y revolucionario sistema de enfoque (compuesto por más de medio centenar de puntos) con un objetivo con una apertura máxima de 8f (o más) o con un duplicador, el punto de enfoque central, así como la cruz que la prolonga, desaparecen.
Según Canon, no se trata de un fallo, sino de la idiosincrasia de la propia cámara (¡!); aunque esto no debe ser tan cierto cuando acaban de presentar una actualización de firmware que soluciona este “falso problema”.
Muchos se preguntarán qué objetivos son los que trabajan con una apertura máxima tan limitada. Pues bien, habitualmente, los fotógrafos profesionales que emplean ultrazooms estratosféricos. Esto es: precisamente los fotógrafos a los que está destinado el modelo.
Por otra parte, la nueva actualización de firmware también mejora el funcionamiento del sistema de enfoque cuando se sigue un objeto en movimiento, permitiendo ahora que los puntos se iluminen.
Y digo yo: si se trataba de un mero asunto de firmware (esto es: software), ¿qué les costaba introducir estas prestaciones en la versión original de la 1D X?
Por muy salvaje que sea la competitividad fotográfica, las prisas nunca fueron buenas consejeras.