Que la fotografía móvil sea objeto de prolijas exposiciones no supone ya ninguna novedad. Ya hemos revisado incluso la existencia de talleres (no es broma), premios y certámenes a los que se trata de dar cierto prestigio y, sobre todo, longevidad.
Es más, después de que Time rompiese una lanza por este tipo de fotografía utilizando una como portada de su edición dedicada al ciclón Sandy, no nos va a quedar otro remedio que limpiar nuestro cerebro de telarañas para asumir que la buena fotografía no depende de formatos o medios, sólo de ella misma.
Luis Rodríguez, más conocido como “El hombre reflejo”, es un arquitecto que entre jornada laboral y jornada laboral se dedica a inmortalizar los charcos, cristales y reflejos con los que se va tropezando en la red de Instagram.
Su estilo y sus imágenes coloridas y “filtradas” lo han convertido en un auténtico fenómeno dentro de la web, y una muestra de ello es que acaba de inaugurar en Huertas (Madrid) su primera exposición.
Lo llamativa de ésta está, sin embargo, en que se aleja tanto de los filtros propios de la aplicación como de sus colores saturados o travestidos. El hombre de los reflejos ha abandonado su fijación por los charcos para convertirse en un miembro más de la Street Photography, dedicándose a inmortalizar gestos, encuentros fortuitos y momentos cruciales.
El resultado es realmente interesante, sobre todo cuando el blanco y negro de “Escenas urbanas” destierra el mito de que Instagram sólo vale para hacer fotos de mentira. Con la desaparición del color, la expresividad de los peatones toma todo el protagonismo dentro de la imagen, y la fotografía móvil se convierte en mera fotografía.
Sin embargo, el propio Luis Rodríguez se ha apresurado a subrayar que no piensa abandonar su amor por los colores de la aplicación (aunque la venta de ésta a Facebook le haya hecho caer en el desaliento) ni su afición por los charcos.