Como ya comentamos hace unos meses a propósito de la feria de fotografía Photokina, la alianza de Sony y Hasselblad ha comenzado a dar sus primeros frutos, encarnados en una compacta CSC de lujo que ha levantado entre la prensa tantos escepticismos como caras de incredulidad.
¿El motivo? La nueva Hasselblad Lunar es sólo una Sony NEX-7 con una carcasa y unos acabados diferentes. Es decir, pagamos 5000 euros no por la cámara en tanto que tal, sino por sus acabados en fibra de carbono, cuero, madera e incluso oro.
En lo que se refiere a sus prestaciones (al menos en principio) nos encontramos con las mismas virtudes con las que ya cuenta la sin espejo de Sony: formato medio de 24 megapíxeles, 25 puntos de enfoque, un buen procesador, grabación de vídeo en Full HD y un disparo en ráfaga de vértigo.
¿Qué papel juega entonces Hasselblad en todo este asunto? Pues sólo el de diseñador. La marca que se hizo célebre gracias a las fotos que realizara el hombre en la Luna a principios de la carrera espacial sólo aporta la firma y unos detalles estéticos (de muy buen gusto, todo hay que decirlo).
La cámara no se pondrá a la venta hasta el próximo mes de febrero, y aunque no se espera que tenga una acogida multitudinaria (por menos de 3000 euros tienes una Canon EOS 5D, con unas prestaciones muy superiores), sí que se considera que habrá una serie minoritaria de usuarios que sí apostarán por la gama de lujo del tándem Sony-Hasselblad.
Ahora bien: si ya tenemos que armarnos de valor para sacar nuestra réflex de gama media a un evento multitudinario, ¿en qué mundo tiene sentido salir a la calle con la Lunar en la mano?
En el que vivimos la mayor parte de los mortales, desde luego que no.