Recibir el Premio Nacional de Fotografía implica no sólo hacerse con el un cuantioso cheque (30.000 euros) y el reconocimiento unánime de los artistas y críticos de tu país, sino, sobre todo, pasar a formar parte de la historia de la fotografía.
El fotógrafo catalán (Canet de Mar, 1926) Eugeni Forcano esperaba ya poca cosa a nivel institucional. Después de casi sesenta años dedicándose a casi todos los palos de la fotografía vivía satisfecho con un buen puñado de galardones menores y el reconocimiento de los de su gremio.
Así, no es de extrañar que el Nacional de Fotografía le haya cogido por sorpresa y le haga sentir “emocionado”, sobre todo cuando ya tiene una edad “escandalosa”.
Los responsables de entregar el galardón han destacado tanto su trayectoria como su “trabajo de investigación sobre el lenguaje fotográfico”, que han abierto nuevas puertas a un arte que se enfrenta cada pocos años a nuevas tecnologías y tendencias.
Forcano comenzó como fotorreportero en su región, gracias, en parte, al apoyo del gran Josep Plá. Posteriormente descubrió la fotografía de moda, a la que se dedicó de manera exhaustiva hasta disponer del suficiente dinero (es decir: el suficiente tiempo) para dedicarse a su verdadera pasión: realizar retratos a gente anónima y experimentar en su estudio con la luz directa, auténtica protagonista de la fotografía.
Aunque durante los últimos años no ha renunciado a la fotografía analógica, confiesa que está muy al tanto de las últimas innovaciones tecnológicas.
Además de trabajar para revistas, agencias y editoriales como Seix Barral, France-Presse o Don, el fotógrafo catalán autodidacta se ha hecho a lo largo de su extensísima carrera con premios como el Ciudad de Barcelona, la Medalla de Oro de la Agrupación Fotográfica de Barcelona o el Negtor-84.