Procedente de una familia acaudalada, Lisette Model se lo tomó con calma a la hora de decidir qué rama artística era la que mejor iba con su innegable talento. Así, empezó recibiendo clases de piano del gran Schoenberg, posteriormente se interesó por la pintura, y, finalmente, se decidió por la fotografía en 1933, cuando ya contaba 32 años.
La alta posición que ostentaba su familia le permitió viajar a las ciudades más glamurosas de Europa, realizando sus primeros y célebres retratos de la burguesía más rancia.
Desde que tomó por primera vez una cámara, Lisette Model tenía muy claro lo que quería hacer con ella: destacar la estupidez de una clase a la que ella misma pertenecía a partir del retrato de lo grotesco.
Este primer trabajo, llamado “Promenade des Anglais”, le abrió las puertas de la revista liberal PM’s Weekley, para la que trabaja cuando se traslada los Estados Unidos.
Allí entra en contacto con las principales figuras fotográficas del momento, como Berenice Abbott o Paul Strand, junto con los que expone su obra en el MOMA.
Ya en los años cincuenta comienza a aficionarse por las calles del Greenwich Village, donde realiza robados con los que retrata la sociedad de su época. Unas veces con admiración y cariño, otras con el despiadado ojo crítico de quien conoce la vacuidad de lo burgués.
En este periodo comienza a trabajar como profesora de fotografía en el New School for Social Reseach, donde influye de manera notable en una de sus alumnas más prodigiosas: Diane Arbus.
El resto de su obra gira en torno a Europa y sus grandes monumentos, la noche, los clubs de música y el jazz.
Se hizo con diversos premios y becas, como la de la Fundación Guggenheim, y en 1968 se convirtió en miembro honorario de la Asociación Americana de Fotógrafos de Prensa.
Murió en su piso de Greenwich Village en 1983. La mayor parte de su obra se conserva actualmente en el MOMA de Nueva York, el Museo de Arte de Nueva Orleans y la George Eastman House de Rochester.