Manuel Álvarez Bravo es uno de los fotógrafos más importantes de la historia de la fotografía. Su presencia en todos y cada uno de los momentos y los movimientos artísticos de su país desde el origen de la fotografía moderna hasta su faceta más contemporánea hacen de su obra una serie genial de instantes sublimes.
Comenzó, como no podía ser de otra manera, con el pictoralismo, para poco a poco acercarse a las vanguardias de principios de siglo (muy especialmente al Cubismo de Picasso) y finalmente desarrollar un estilo propio basado en el amor por la geometría, el surrealismo (que en México se traduciría en realismo mágico) y el cine, el universo de la imagen como narración.
De este modo, a lo largo de su extensa obra encontramos de todo (aunque todo igualmente brillante): el culto a la pintura, los juegos de líneas abstractos, retratos de esenciales como Diego Rivera y un costumbrismo poderoso y fascinante con el que desvela la mágica transformación de lo rural en urbano, de lo desnudo en industrial.
Fue director del Museo de Fotografía de México, expuso en el MOMA de Nueva York y se hizo, entre otros premios, con el Premio Internacional de Fotografía de la Fundación Hasselblad.
Hasta el próximo 19 de mayo, la Fundación Mapfre expone en Madrid (en el Paseo Recoletos 23) una retrospectiva de su obra, recogiendo lo más destacado de su producción.
Eso sí, para los que se conforman con menos (mucho menos), la fundación ha elaborado un recorrido virtual por la exposición, gracias a el cual podemos hacernos una idea somera de lo que podremos encontrarnos allí.
Por supuesto, la calidad de las imágenes digitales dista un mundo de la calidad que atesoran las imágenes impresas, pero como iniciativa no está nada mal.