Dennis Hopper es, para mi gusto, uno de los más grandes actores de la historia del cine. Basta recordar su papel de fotógrafo en “Apocalypse Now”, su actuación en el “Terciopelo azul” de David Lynch o su presencia en “Easy Rider” para descubrir a un artista fuera de lo común, fiel a sus convicciones y a su anárquica forma de comprender el arte.
Lo que pocos saben es que Hopper era un gran artista plástico. Además de dedicarse a la pintura también fue un magnífico fotógrafo, que trabajó para Vogue y realizó las fotografías para algunas portadas de discos míticos.
Lo suyo con la fotografía comenzó gracias a su amistad con James Dean, con el que coincidió en el rodaje de “Al este del edén” y “Gigante”. Así, éste le recomendó que si alguna vez quería dirigir una película, primero debía aprender a encuadrar con una cámara fotográfica.
Dicho y hecho. A principios de los años 60 se hizo con una Nikon, y poco a poco fue retratando a sus compañeros de oficio a lo largo de una década de locura, en la que entró en contacto con el mundo de las drogas y realizó viajes a lo largo de todo el mundo.
Hopper, disparando siempre en blanco y negro, retrató a Jane Fonda, Martin Luther King, Paul Newman o Andy Warhol y sus colegas de The Factory, con los que mantuvo una estrecha relación artística.
Tras desaparecer prácticamente del mundo del cine hasta 1985 (cuando hizo “Terciopelo azul”), Hopper se distanció del mundo de la fotografía, y su obra gráfica no volvió a aparecer en casi ninguna publicación hasta su muerte en el año 2010.
Ahora, y hasta el próximo 29 de septiembre, el Museo Picasso de Málaga acoge una impresionante exposición titulada “En el camino. Dennis Hopper”, en la que se muestran 141 instantáneas (muchas de ellas inéditas) del gran Hopper, además de algunos de sus cuadros.
La mayor parte de las fotografías pertenecen al periodo más creativo y convulso de su vida, que va desde 1961 hasta 1967. Un recorrido acelerado y fascinante a través de la mirada más clarividente y rebelde del Hollywood más salvaje.