Hace cuatro años, Barcelona dio el pistoletazo de salida a uno de los eventos y encuentros culturales más interesantes de cuantos pueblan el mundo: el “Wallpeople”. Éste consiste en emplear los lugares públicos como espacios expositivos en los que expresarnos a cambio de nada salvo el respeto y una muy razonable premisa: sólo se admiten obras que se puedan pegar a las paredes con una cinta adhesiva; nada de clavos o alcayatas.
Este año, Santander se ha unido a Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Gijón, León, Córdoba, Málaga y Palma de Mallorca, y el 1 de junio próximo ofrecerá los muros de sus calles para que cada uno haga con ellas lo que le plazca (artísticamente hablando).
El fenómeno no sólo se circunscribe a los precisos límites marcados por nuestras fronteras, y Wallpeople se ha extendido a ciudades como Nueva York, Río de Janeiro, Sydney o Berlín.
Para que la exposición colectiva y abierta no se pierda en divagaciones inconexas, el movimiento social y cultural elige cada año un motivo o tema alrededor del cual deben girar nuestras creaciones, señalando este año la música como leit motiv.
Aunque Wallpeople admite todo tipo de manifestaciones artísticas (desde la pintura hasta la interpretación musical), para los fotógrafos supone una oportunidad especialmente valiosa para sacar nuestras fotografías del ordenador de una vez por todas.
Acostumbrados como estamos a trabajar mayormente con versiones digitales de nuestro trabajo, cualquier oportunidad es buena para enfrentarnos al fin al mundo de la impresión y a un público sin prejuicios que valorará tu trabajo no a cambio de votos positivos (léase Flickr), sino porque le gusta.
Al final de cada edición de Wallpeople los participantes pueden llevarse de vuelta a casa sus fotos y cuadros, aunque también intercambiarlos por otras obras de arte.
En definitiva: una iniciativa muy bonita que nos permitirá salir de nuestro falso cuarto oscuro para conocer a otros artistas y aficionados más allá del teclado y la pantalla.