Llevamos ya bastante tiempo con una cantinela lamentable: cualquiera puede hacer fotos profesionales y lo mismo es hacerlo con una réflex que con un teléfono móvil; la mejor cámara es la que siempre llevas contigo.
Sea por falta de luces o por intereses económicos, la democratización de la fotografía ha llevado a una confusión de términos que muchos han empleado para sacarle los cuartos al personal.
Recordemos que hace apenas cinco años había una clara delimitación entre los fotógrafos profesionales y los fotógrafos aficionados. Incluso aquéllos que se atrevían con una réflex eran perfectamente conscientes de sus limitaciones. Sin embargo, la irrupción de la fotografía móvil abrió la caja de Pandora y empezaron a mezclarse las churras con las merinas.
De repente, todo el mundo se sintió capaz de emular a Robert Capa y los hay que incluso se atreven a cubrir una boda con un iPhone; algo del todo lógico si atendemos a los nuevos gurús de la información (los bloggers) que rinden pleitesía a la marca de moda exaltando la versatilidad y la calidad de su cámara.
Si a todo esto unimos una situación laboral precaria y las ganas del personal de sacarse unos euros haciendo lo que sea, voilá: ya tenemos el nuevo fotoperiodismo en alpargatas.
Personalmente, no creo que los responsables de los medios de comunicación serios se hayan tragado jamás esta pantomima, lo que sí parece evidente es que la han aprovechado para reducir costes echando a fotógrafos profesionales a destajo.
El caso más sonado, del que ya hablamos aquí, fue el del Chicago Sun, que despidió a toda su plantilla de fotógrafos y entregó a sus redactores un teléfono móvil para que se encargasen de las fotos.
El grotesco resultado del invento fue motivo de mofa en los propios blogs en los que se alentaba a emular a Steve McCurry con un teléfono, y ayer condujo a la reconsideración de la política gráfica por parte de los responsables del periódico de Chicago.
Así, han anunciado que indemnizarán a todos los fotorreporteros despedidos, y que además readmitirán a cuatro de ellos.
Sí, siguen siendo muy pocos para un periódico tan importante, pero menos da una piedra.