Lo de la Hasselblad Lunar tiene, ciertamente, mucha miga. Se trata, en realidad, de una mera Sony NEX-7 tuneada aquí y allá, con remates y materiales de lujo que no varían en absoluto el rendimiento de la cámara, sólo su aspecto. Lo que no quita que se trate, en cualquier caso, de una gran máquina.
Hagamos memoria: diseño exclusivísimo para una sin espejo dotada de un sensor de tamaño APS-C (fundamental este punto) con 24,3 megapíxeles; una sensibilidad ISO que alcanza los 16.000 (sólo 3.200 cuando grabamos vídeo); procesador BIONZ ultrarrápido, auto-limpieza por ultrasonidos; disparo en ráfaga de hasta 10 fotogramas por segundo; visor electrónico OLED; grabación de vídeo en Full HD con controles manuales, etcétera, etcétera.
Ahora bien, su desorbitado precio (unos 6.000€) hizo que más de uno lanzase un saco de injurias contra el maridaje Sony-Hasselblad. Como señalamos al principio, sólo es una cámara común, semi-profesional (ni mucho menos profesional), con un diseño algo excéntrico que (eso sí) lleva la firma de la legendaria Hasselblad.
El caso es que las dos firmas acaban de lanzar una edición limitada de la Hasselblad Lunar, lo que desconcertará a más de uno cuando la propia Lunar es ya una edición especial de la NEX.
La Limited Edition se diferencia de la original sólo en su aspecto y en sus acabados. Así, está construida en titanio y su empuñadura es de piel roja de la Toscana (en serio). Aunque lo que más llama la atención es su parte superior, tratada con oro y con un material tan duro como el diamante (PVD, se llama).
Se comercializarán sólo 200 unidades en todo el mundo a propósito del nuevo año lunar, y cada una saldrá por 7.200€ sin incluir los impuestos directos e indirectos.