Dubai lleva ya varios años intentando llamar la atención de Occidente a golpe de talonario. Los petrodólares dan para mucho, y si se carece de tradición artística o deportiva, nada mejor que organizar eventos y concursos dotados con suculentos premios para generar expectación donde hace apenas unos años no había nada.
El ejemplo más claro de esta política comercial se halla en los Premios HIPA, creados por el jeque Mohammed Bin Rashid Al Maktoum para llamar la atención de los mejores fotógrafos del mundo. No en vano, su presente edición ha contado con la participación de gigantes como Steve McCurry.
Sin embargo, el ganador de la edición 2014, organizada bajo el lema Definiendo el futuro, ha sembrado el mundo de la fotografía de críticas de todo tipo. Si Paul Hansen ya dio que hablar por su fotografía ganadora del World Press Photo 2013, presuntamente manipulada, la ganadora del HIPA 2014 clama al cielo.
Realizada por el fotógrafo chino Fuyang Zhou (sí, la fotografía que abre esta entrada), muestra a un profesor impartiendo clases en una suerte de lugar inhóspito y miserable. Una foto impresionante, sugerente y preciosa que cualquiera de nosotros hubiese querido firmar.
Sin embargo, si os fijáis en el brazo derecho del profesor, advertiréis que éste parece haber sido pegado sobre el fondo. Hay quien incluso afirma que el profesor mismo no se encontraba allí.
A primera vista, la fotografía parece ser claramente un montaje. Sin embargo, personalmente, no pondría la mano en el fuego por las siguientes razones:
En primer lugar, hoy en día cualquiera sabe utilizar Photoshop lo necesariamente bien como para realizar un montaje sin que éste sea tan ostensible. Es decir: el brazo fantasma del profesor es tan evidente que dudo que un fotógrafo profesional sea tan torpe como para intentar engañar a un jurado que te va a pagar 120.000 dólares.
En segundo lugar: ¿qué necesidad había de introducir a un profesor en la fotografía? En el caso de que éste no estuviese efectivamente allí, la fotografía sería incluso más atractiva.
Y en último lugar: los responsables del premio HIPA, que trata de perpetuarse como la alternativa centro-asiática al World Press Photo, no pueden ser tan ilusos como para creer que un montaje tan chapucero colaría entre los críticos occidentales.
El asunto, desde luego, va a seguir trayendo cola los próximos meses.