Aunque ya dedicamos un breve apartado al fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson, dada la dimensión de su figura consideramos necesario redundar en su vida y en su obra, que suponen la quintaesencia de la fotografía moderna y el origen del reportaje fotográfico tal y como lo conocemos en la actualidad.
Nació a principios de siglo y desde pequeño se aficionó a la pintura para pronto interesarse por la fotografía, que empezó a cultivar retratando sus vacaciones familiares con una Brownie barata. Tras finalizar sus estudios de Bellas Artes, a los 23 años decidió hacerse fotógrafo y realizó su primer reportaje viajando por su cuenta y riesgo a Costa de Marfil.
Durante los años treinta se hizo con su famosa Leica y comenzó a labrarse un nombre como incansable reportero. Viajó por media Europa, África y América hasta que fundó, junto a Robert Capa, David Seymour, George Rodger y Bill Vandivert, la primera gran agencia de fotógrafos independientes: Magnum.
Ya consagrado, trabajó como ayudante del cineasta Jean Renoir, e hizo sus incursiones en el mundo del documental filmando tres películas, dos ellas dedicadas a España, centrándose en la Guerra Civil y los hospitales de la Segunda República.
Murió en el año 2004 tras abandonar la fotografía una década atrás para dedicarse al dibujo.
Las grandes aportaciones de Cartier-Bresson al mundo de la fotografía son esencialmente dos: la teoría del momento decisivo y su forma de comprender el reportaje.
La teoría del momento decisivo es, casi con completa seguridad, la concepción de la fotografía de reportaje más aceptada, aprovechada, malinterpretada y famosa de la historia de la fotografía, y se trata de una idea que trasciende la propia teoría de la imagen para incurrir en el terreno de la ontología o la metafísica.
Según el genio francés, la realidad es un continuo devenir de hechos y objetos que se presentan fortuitamente frente al ojo para desaparecer al instante. En la acción cotidiana no existe un hilo conductor, una pauta o un sentido, sólo un caos que ofrece flecos de significado.
El fotógrafo del instante decisivo hace coincidir a través de “su cabeza, su ojo y su corazón” una serie de objetos y hechos que adquieren sentido y quedan inmortalizados a través de la fotografía. Es más, sin ella, todos estos hechos habrían caído inmediatamente en el olvido, de tal modo que la cámara y el ojo se convierten en una suerte de salvavidas estético.
Además, el fotógrafo no debe ser un mero testigo objetivo de lo que sucede; para que sus imágenes funcionen debe implicarse con su entorno, debe vivir aquello que va a retratar para captar el sentido real de lo que está sucediendo.
Muchas de las fotografías de Henri Cartier-Bresson redundan en este hecho. Basta ver alguna de sus imágenes para comprender a qué se refiere con “momento decisivo”. El francés parece estar siempre en el lugar adecuado y en el momento preciso para hacer coincidir hechos dispersos que puestos en relación cautivan la atención del espectador. Tanto, que en ocasiones se ha llegado incluso a poner en duda la espontaneidad de muchas de sus tomas.
La teoría del momento decisivo ha tenido continuidad en otros muchos grandes artistas, como Garry Winogrand, pero también ha servido como justificación ideológica de muchas fotos horribles y algunas corrientes estéticas que tienen poco (o ningún) mérito.
Apresar la espontaneidad que brota en una calle no significa poner cara beatífica y disparar a ciegas para luego meterle un cruzado y dos filtros vintage. Eso es esperar a que la realidad haga el trabajo por ti y confiarse a la tecnología. Cartier-Bresson se pasaba horas esperando a que la los hechos cuajasen, y además creía que era necesario tener la cabeza llena de nociones geométricas (por algo estudió dibujo) para saber apresar la realidad dentro de unos límites compositivos cabales.
Los fotorreportajes del fundador de la Agencia Magnum están plagados de esta filosofía, pero además guardan dentro de sí una noción precisa de cómo debe describirse una realidad compleja a través de distintas imágenes.
Según él mismo escribió: “¿En qué consiste un reportaje fotográfico? En ocasiones una única foto cuya forma tenga el suficiente rigor y riqueza, y cuyo contenido tenga la suficiente resonancia, puede bastar; pero eso se da muy raramente; los elementos del tema que hacen saltar la chispa son a menudo dispersos; uno no tiene el derecho de juntarlos a la fuerza, ponerlos en escena sería una falsedad: de ahí la utilidad del reportaje; la página reunirá esos elementos complementarios repartidos en varias fotos.”
Cartier-Bresson introduce así la noción de secuencia: lo que no puede describir una sola imagen deben hacerlo varias… No es de extrañar que terminase dedicándose también al cine.
Con el paso de los años, el artista francés se ha convertido en sinónimo de fotógrafo profesional y es prácticamente imposible tomarse en serio la fotografía y no interesarse por su obra. Además, ahora que es tan sencillo hacer pasar lo banal por artístico gracias a los avances tecnológicos y los programas de retoque, conviene mirar una y otra vez la obra de Bresson para comprender qué es verdaderamente hacer fotos.
Así que ya sabes: antes de bajarte (con perdón) el Photoshop, seis acciones de procesado y meterle veinte filtros a tus imágenes, prueba a no procesar; intenta que la imagen, por sí misma, tenga algo que decir. Una buena foto ya lo es mucho antes de que la pases al ordenador; mientras que una mala foto es una mala foto tenga ochenta píxeles, un procesado excelente o unos colores maravillosos.
edward olive says
Grande